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Las cosas de don Rafael

Don Rafael Herrera, era genial. En ese tiempo no existía la palabra “emprendedurismo”, pero indudablemente, era un emprendedor, de primera.

Fui amigo de Don Rafael; y hermano hasta la fecha de sus hijos Héctor y Fátima y tengo, de mi dilata vida recuerdos que son aleccionadores.

Era emprendedor, pero sobre todo era maestro.

Como emprendedor, desarrolló un difícil estilo, que obligaba a los lectores a leer primero el editorial del Listín Diario, y luego “despacito” todo el periódico.

Un amigo, un día, me dijo que, en abuso a mi amistad con Don Rafael, el Listín Diario había publicado un reportaje crítico, en que entre otras cosas, decía que lo habían entrevistado en su mansión.

-Tú conoces mi casa, es pequeña, no voy aceptar que diga que me entrevistó en mi mansión. Favor de reclamarle a Don Rafael, esa situación.

Las tardes que iba a la redacción del Listín Diario, lo hacía alrededor de las cinco. Cuando ya había agotado los temas con el gran maestro, le decía que me iba, para que él pudiera no tan solo escribir el editorial, sino todo el proceso y protocolo, de su gente de redacción y responsables de su tirada.

Don Rafael siempre me decía, puedes quedarte en lo que escribo el editorial. Asimismo, llamaba a un periodista, y lo entregaba:

-Que lo impriman ya!

Seguía tratando, como si nada, los temas que él como maestro nos enseñaba como Sócrates a sus discípulos.

No lo corrijo, me dijo refiriéndose al editorial, pues si lo leo, veo que he sido muy arriesgado.

Total, la gente o el gobierno si no le gusta, dirán, son las cosas de don Rafael.

Aproveché para darle la queja del amigo, le protesté porque lo “habían puesto a vivir en una Mansión”.

Es posible que el joven periodista, viva con mucha humildad.

-Al ir a Gascue, a entrevistar a esa persona, ¿qué quieren que escriba? Por supuesto para el joven esa es una mansión, en comparación con su hábitat.

No me preguntó quién era el periodista. Pero “me mató el gallo en la funda” y defendió al desconocido periodista, y por supuesto su artículo.

Yo no encontré que contestarle. Solo dije para mí, pero que Don Rafa escuchara: ¡anja!

¡Las cosas de Don Rafael!

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