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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Clovis, rey franco y Boecio, laico romano

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

En el 496, Clovis, rey de los Francos, pueblo bárbaro asentado en una zona que cubre áreas de la actual Francia y Alemania, es bautizado y recibido en la Iglesia Católica.

Cuentan que, durante su evangelización, le explicaron al rey bárbaro cómo habían torturado y crucificado a Jesús. A lo que el generoso y apasionado Clovis respondió: --¡Otra hubiera sido la suerte de mi Señor, si yo hubiese estado allí con mis francos! --

Los francos fueron uno de los pocos pueblos bárbaros que aceptaron el catolicismo sin pasar por el arrianismo, que rechazaba la divinidad de Jesús. Francia se gloriaría de ser la “hija mayor de la Iglesia”. La conversión de Clovis, anuncia una nueva síntesis, el choque, la transformación y asimilación entre la antigüedad, los bárbaros y el catolicismo. Clovis presagia la alianza entre el papado, primero con los reyes francos y luego con los Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. Estamos en los inicios de la Edad Media.

Tres años antes del bautismo de Clovis, el ostrogodo Teodorico, tras asesinar al hérulo Odoacro asumía el poder como emperador de Occidente. En el 497, el emperador Anastasio de Oriente reconoció la legitimidad de su mandato. El laico Boecio inició sus labores literarias hacia el 504. Era de la ilustre familia de los Anicios, su padre había sido cónsul bajo Odoacro. Como muchos de su clase social, Boecio pretendió conservar la herencia cultural de Roma para las generaciones futuras. Su primer proyecto: traducir al latín todas las obras de Aristóteles y Platón esforzándose por manifestar su acuerdo. Boecio se hizo notar de Teodorico por su dedicación al “quadrivium (aritmética, música, geometría y astronomía). Muy pronto, vemos a Boecio encargado técnico de revisar el sistema monetario, las medidas y la construcción de relojes. De ahí saltó a la política. Ya era cónsul en el 510 y “magister officiourum” [una especie de Canciller] en el 522, mientras dos de sus hijos adolescentes eran nombrados cónsules.

Pero todo se vino abajo, cuando al arriano Teodorico le asaltó, la sospecha de que el católico romano Boecio conspiraba con el también católico emperador de Oriente Justino (518-527), cuyas relaciones con el papa habían mejorado luego del cisma de Acacio. Teodorico condenó a Boecio a muerte, sin darle oportunidad de defenderse. Estando preso, escribió el libro, “La Consolación de la Filosofía”. De autoría discutida durante siglos, desde 1877, sabemos sin duda dos cosas: Boecio fue su autor y murió cristiano católico. En tiempos de Carlomagno, se le tuvo por mártir. Dante, le coloca en el Paraíso.

Escrita durante sus dos años de cautiverio, “La Consolación de la Filosofía”, responde a profundos interrogantes existenciales: ¿por qué los malos triunfan y los buenos fracasan? ¿Quién podrá consolarnos si la belleza de las artes no logra hacerlo? Solo la filosofía con su enseñanza acerca de la felicidad. Ella no puede ser terrenal, pues aquí todo es imperfecto. El anhelo de felicidad es ansia de Dios, único que puede darnos la felicidad verdadera.

Boecio se pregunta si la ciencia de Dios condiciona la libertad humana y responde; “la presciencia de Dios no se basa en una previsión que predestina el futuro [como lo llegará a creer Calvino], sino que Dios, al ser atemporal, no prevé de antemano, sino que toda la historia universal está presente a él”, (Hubertus R. Drobner, Manual de Patrología, 2™ edición, 2001, 545).

La Edad Media occidental, que solo dominaba el latín, dependió del laico Boecio que conservó la herencia griega, sobre todo Aristóteles, para las futuras generaciones.

La Iglesia será la institución que sirva de enlace entre el pasado y el presente, especialmente entre los pueblos bárbaros. Tal vez nadie haya preservado y enlazado el pasado greco romano con la Edad Media como Casiodoro (c 485 - c.585).

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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