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RELATOS CORTOS

Mella comandó la Guerra Restauradora

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Roberto ValenzuelaSanto Domingo

El plan del ministro de Guerra del Gobierno Restaurador, general Matías Ramón Mella, convirtió a los combatientes dominicanos en invisibles como el viento y sus hazañas eran contadas por los mismos españoles en cartas y documentos secretos.

La táctica se fundamentaba en atacar en emboscadas y desaparecer rápido en los densos bosques, pero antes quemaban ciudades, cultivos, mataban animales. El plan era que los españoles no tuvieran acceso al agua, comida, transporte y alojamiento. Incendiaron Santiago de los Caballeros, parte de Puerto Plata, Barahona, Monte Cristi, San Cristóbal, Azua y Neiba.

Cuando comenzaba la guerra se distribuyó el manual titulado “Instrucciones del Ministro de Guerra del Gobierno Restaurador, general Matías Ramón Mella”, para combatir con un ejército más disciplinado y numeroso que el dominicano.

Mella explicaba que “nunca, nunca” se debía chocar frente a frente con los españoles y que las milicias debían ser “invisibles como el viento: atacan y desaparecen. Están en todas partes y en ningún lado”. Mella murió antes de concluir la guerra, el cuatro de junio de 1864, pero antes ofreció a los restauradores el instrumento para derrotar a los españoles y reconquistar la soberanía: fue héroe de las guerras de Independencia (1844) y la de Restauración (1863).

Hablan los españoles

El capitán general y gobernador de Santo Domingo, José de la Gándara, despachó un informe secreto a España: “El dominicano es hombre de valor y de extraordinaria aptitud para batirse al arma blanca en guerra de emboscadas y sorpresas: es un enemigo temible. Nunca se presenta a pecho descubierto. No nos ofrece un flanco por donde herirlo. Dotado de gran resistencia corporal, de gran conocimiento de las localidades, ágiles y sagaces para andar por sus impenetrables bosques”, expresa De la Gándara en su despacho de guerra, que luego lo convirtió en el libro “Anexión y Guerra en Santo Domingo”.

Incluyó en la obra dos cartas de soldados de los regimientos del coronel Mariano Cappa. Estos usan seudónimos de seguridad. La primera está fechada en Puerto Plata, el 26 de septiembre de 1863:

“Mi querido K… Extrañarás que ni una broma se me ocurra conociendo mi carácter, que aún en peligro de morir, me río de mí mismo. Aquí sólo se piensa en morir. Esto es cien mil veces peor que nuestra guerra civil. Aquí no vale el valor porque nos batimos con los árboles. Parapetados en los inmensos árboles, hacen fuego por los flancos, por la vanguardia y la retaguardia.

Te ciñen en un círculo de fuego que si avanzas, avanzan; si retrocedes, retroceden. Detrás de cada árbol hay un fusil que vomita la muerte. No hay momento seguro: oyes silbar las balas y no sabe de dónde vienen. Hacemos fuego a los árboles y nos damos cuenta que las bajas nos las han causado a nosotros”.

La segunda carta fue escrita a inicio de 1864: “El diablo me lleve, si les veo término esto. Estos malditos indios no se les ve nunca, tan pronto están aquí como se desaparecen, y cuando nosotros hemos creído que han sido derrotados se aparecen tirando que es un gusto. Y cuenta que no son malos tiradores, cuando apuntan, Jesús, no hay más que santiguarse, ahí está el hombre tendido largo a largo. Y eso que no están todos armados. ¿Qué será el día que a esos pillos les lleguen las buenas armas”?

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