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Tiempo para el alma

“Sacan oro de la bolsa, y pesan la plata con balanzas, alquilan un platero para hacer un dios de ello; se postran y adoran. Se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación”. Is. 46: 6, 7.

Convierten (convertimos) lo material en la base de la satisfacción personal, dedican su presupuesto a adquirir lo que otros pueden ver, para eso, para que lo vean y se admiren; lo exhiben en las redes digitales, con filtro para que luzca mejor; ahí queda, a la vista. Reciben palabras de agrado y de envidia, que no los hace mejores personas ni les llena el vacío emocional o espiritual.

Asumen (asumimos) el éxito profesional como la suma de todo lo esencial, lo atesoran, dejan a un lado la familia, los hijos que van creciendo; ven el tiempo de calidad para los demás como tiempo perdido que puede aprovechase para seguir acuñando prestigio; así van escalando en estatus social. Crecen en lo evidente, exponen su investidura, acuñan riquezas, tienen lugares preferenciales en los eventos y en los restaurantes, distinción que no sana las heridas ni dará amigos verdaderos.

En fin, queda entendido: ni lo material ni lo que aúpa nuestra vanidad serán nunca superior al valor de ese inmaterial que es lo esencial, lo espiritual, lo verdaderamente duradero.

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