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EL BULEVAR DE LA VIDA

El abuelo y un oficio

“Y el abuelo un día (...) lloró de alegría cuando vio sus manos, que un poco más viejas no estaban vacías”. Cortez.

EL ABUELO PABLO

Siempre que le presentaba a uno de mis amigos de la izquierda, mi abuelo materno, Pablito Ortiz Gómez, le hacía la misma pregunta, “¿Y usted, joven, en qué trabaja?”. Si la respuesta refería a un oficio, la conversación podía extenderse, pero si la respuesta era algo como: “Yo soy un cuadro político de mi partido, a tiempo completo”, el viejo cambiaba de actitud y el trato era diferente. Y es que el abuelo estaba convencido de que todo hombre debe tener un oficio productivo, por humilde que sea, pero un oficio. Estaba tan convencido y le otorgaba tanta importancia al asunto, que cuando iba a consertir los amores de mi madre con mi padre (así eran antes las cosas) le dijo a mi madre, no sin cierta crueldad: “Él es feo y pobre, Yolanda, pero sé que esos McKinney son trabajadores, honrados y bien criados”. Y nunca más se volvió hablar de quien sería con los años padre de cuatro de sus nietos, incluida la primera de todos. En esos años, mi padre era ya lo que fue toda la vida, un humilde y feliz maestro de escuela, músico de la banda municipal y un excelente lanzador del equipo provincial de beísbol que luego pasaría a dirigir. Pero, lo de don Pablo era el trabajo y la honradez, y el prestigio (o desprestigio) de la familia del muchacho, y no la condidión económica, pues bien sabía que quien ama lo que hace está condenado a la mayor riqueza que es la felicidad, la paz interior, ese llevarse bien con la almohada.

“ZAPATERO A TUS ZAPATOS”

Del abuelo Pablo deberían aprender muchos de los políticos que son ahora funcionarios públicos, electos o nombrados, y aspiran a cualquier otro cargo. Deben entender, que su trabajo eficiente y su honradez ( o lo contrario) hablarán por ellos y los harán merecedores (o no) del up grade político al que aspiran. Y es que, antes de aspirar a un nuevo cargo, todo político debe tener claro que lo suyo es trabajar con dedicación, honradez y eficiencia, en la tarea encomendada por el soberano pueblo o por un presidente de la República. Solo entonces tendrán el derecho moral (aunque tengan siempre el constitucional) de aspirar. No es casual que los funcionarios públicos que menos hablan y menos teorizan sobre las querellas partidarias, esos que de cada diez veces que aparecen en los medios de comunicación, en nueve ocasiones lo hacen para informar que se trabajó, se está trabajando o se trabajará para servir a los demás, sean los mejores valorados en cualquier sondeo o encuesta (sin interactivos, por supuesto).

MARGARITA COLLADO Y MARTINEZ

Para poner nombres y ejemplos, digamos que esto es justo lo que viene ocurriendo con David Collado en su alcaldía, lo que ocurre hace tiempo con la vice Margarita Cedeño y su gabinete social, y, según mis fuentes santiagueras, está ocurriendo también con Abel Martínez en la hidalga. Que los políticos “aspirantes a ser aspiradadod” deben aprender del abuelo... y trabajar. Ya habrá tiempo para opinar sobre el hilo en bollitos de un partido en apuros. Pero ahora lo de usted, señor o señora funcionaria, es trabajar.

“PARA IR A ROMA LO QUE IMPORTA ES CAMINAR”

El país va cambiando de marcha en marcha, de verde en verde. Está pasando el tiempo de que las cúpulas partidarias, con sus marrullas de siempre, se impongan a las bases de sus organizaciones. Las próximas primarias de los miembros de nuestra terrible partidocracia seran abiertas o cerradas, con padrón de la Junta o del partido, con voto preferencial o sin él, el mismo día o cualquier martes, pero se realizarán esas primarias, y podrán los militantes partidarios escoger a sus preferidos. Entonces, señores “aspirantes a ser aspirados”, recuerden al abuelo y escuchen a Machado: “Romero, para ir a Roma lo que importa es caminar (trabajar), a Roma por todas partes, por todas partes se va”. (Antonio Machado).

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