Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

FE Y ACONTECER

“Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha”

Avatar del Listín Diario
Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

XVI Domingo del Tiempo Ordinario

a) Del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19.

El libro de la Sabiduría pertenece a la corriente “sapiencial” y tiene notables coincidencias con Eclesiástico (Ben Sirá), fue escrito en griego en la ciudad de Alejandría (Egipto). Su autor fue un judío piadoso cuyo propósito era animar a la comunidad judía de Alejandría a encontrar inspiración para su vida en la sabiduría acumulada por la experiencia y los escritos de los hebreos. Cronológicamente es el último libro del Antiguo Testamento y constituye el primer esfuerzo importante para expresar la fe y la sabiduría de Israel en forma adaptada a la cultura griega. Da una respuesta a la angustiosa cuestión planteada por el mal, el dolor y la muerte; esboza una prueba de la existencia de Dios en la cual se inspirará San Pablo, advierte que Dios extiende su misericordia a todos los seres sin excepción.

El fragmento en cuestión establece: “Tu poder es el principio de la justicia y tu soberanía universal te hace perdonar a todos... Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia”. Dios gobierna a los hombres con moderación e indulgencia, porque es poderoso y sabe que, con sólo quererlo, puede recurrir a la fuerza y a la severidad. Esta conducta de Dios enseña a su pueblo dos cosas. Primero, que a ejemplo de la sabiduría debe mostrarse humanitario y esto no sólo con sus hermanos de raza, como prescribía la ley israelita, sino con todos los seres humanos. Es un paso importante hacia el amor universal del Evangelio. Y segundo, que nunca debe perder la esperanza, pues siempre hay lugar para el arrepentimiento y el perdón.

b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 26-27.

San Pablo recuerda a los conversos romanos que el Espíritu Santo, recibido en el bautismo, nos ayuda a orar desde lo más hondo de nuestro corazón: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables...”.

Hoy también el Espíritu está presente en nosotros, nos conoce, nos protege, nos acompaña. No obstante, a pesar de las dificultades y de las múltiples persecuciones, la fuerza de Dios, del bien sobre el mal, acaba por vencer la dura realidad sin emplear métodos violentos ni violar la libertad humana. Mientras llega ese momento culminante hemos de vivir bajo la acción y el dinamismo del Espíritu Santo.

c) Del Evangelio de San Mateo 13, 24-43.

En este fragmento, continua el discurso de Jesús sobre el Reino de Dios, aquí se distinguen dos partes: en la primera Jesús propone tres parábolas: la cizaña y el trigo (vv. 24-30); el grano de mostaza (vv. 31-32) y la levadura en la masa (v. 33); y en la segunda parte, la explicación de la parábola de la cizaña y el trigo (vv. 36-43). Con esta parábola Jesús viene a dar respuesta al movimiento fariseo de segregación: solamente los “puros” podían constituir la comunidad de la Alianza. Jesús, en cambio, se mezclaba con los pecadores y admitía en su compañía a los publicanos. Eso era intolerable en la mentalidad de los escribas y fariseos.

La respuesta de Jesús es que la paciencia de Dios aguarda a que madure la cosecha para hacer la separación del trigo y de la cizaña, en el juicio último. Entonces sí aparecerá la comunidad santa de Dios. El Señor no tiene prisas como nosotros, hay que dejarle hacer hasta que llegue su hora. Estamos ante una parábola de acento escatológico, la siega es imagen clásica del juicio de Dios; mientras tanto es el tiempo de su paciencia.

En la explicación de la parábola por parte de Jesús a los discípulos, advertimos dos partes definidas en la interpretación: Primera: explicación alegórica de las siete palabras más importantes del relato, lo que constituye un pequeño léxico de términos alegóricos, el “quien-es-quién” en la parábola. “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles” (vv. 37-39).

La segunda parte de la explicación opone el destino divergente de la cizaña y del trigo, es decir, de los pecadores y los justos, en el juicio final que se describe con la clásica terminología apocalíptica: horno encendido, llanto y rechinar de dientes. A la paciencia de Dios debe responder la tolerancia del hombre y no la intransigencia, el fanatismo o el celo excesivo que representan los criados del amo: “Señor, ¿quieres que vayamos a arrancar la cizaña? No, ya que podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega”.

Del Evangelio se desprende una lección de comprensión y tolerancia para todos, pues todos somos intolerantes con los fallos ajenos, pero muy dados a autojustificarnos y muy fáciles para excusarnos. El mal y el bien no están sólo fuera de nosotros, sino dentro del propio corazón. Jesús nos dejó un criterio ideal: “No condenen y no serán condenados; con la misma medida con que midan serán medidos”. Nadie es tan bueno que no tenga algo de cizaña; nadie puede presumir de ser enteramente trigo limpio. El mismo San Pablo reconocía de sí mismo: No hago el bien que quiero hacer; y el mal que no quiero hacer eso es lo que hago (Rom. 7, 19).

Los seres humanos somos muy dados a clasificar a los demás en “buenos” y “malos”, olvidando que sólo Dios conoce el historial de cada uno. Lo que identifica al “bueno” según el Evangelio es el amor a Dios y al prójimo, son las actitudes, criterios y conducta que brotan del Sermón de la Montaña, cuyo resumen son las Bienaventuranzas y sin que sepamos cómo, la semilla del Reino germina y fructifica dondequiera que un corazón humano responde a Dios. Él es quien da el crecimiento y espera pacientemente la cosecha. Por la experiencia histórica y por la naturaleza misma de la evangelización y de la fe hemos de entender que la programación de Dios no coincide con nuestros planes de eficacia y rendimiento porcentual.

Nos toca utilizar todos los medios de evangelización que estén a nuestro alcance: alocuciones, homilías, catequesis, signos actuales de expresión: literatura, arte, música, medios de comunicación, etc., pero sin buscar protagonismo, sin esperar y menos exigir el éxito inmediato. El crecimiento del Reino de Dios sigue un proceso desconcertante para nuestra impaciencia, pero no permite el pesimismo ni la desesperanza porque el éxito final es de Dios. Este es el mensaje del evangelio de hoy, sus tres parábolas, la cizaña en medio del trigo, el grano de mostaza y la levadura que fermenta toda la masa de harina, constituyen tres parábolas de contraste. Es decir, muestran el crecimiento incontenible del Reino de Dios a partir de comienzos muy modestos.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

Tags relacionados