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EL CORRER DE LOS DÍAS

In illo tempore

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

En muchas de las leyendas que apoyan sus tradiciones en lo numinoso, como expresión de lo sagrado, esta visión conformadora de creencias adquiere presencia importante.

Lo que para Mircea Eliade, gran historiador de las religiones, sólo puede explicarse como un producto de fuerzas ubicadas en un “más allá” sin posibilidades de una necesaria cronología, ese “más allá” des-cronológico sirve como fondo de hechos que no se revelan de modo racional, sino que son estructurados por creencias y dogmas de los cuales no se exigen análisis racionales ni una continuidad que no sea la de fechas repetidas, producto de la creencia que se representa cada vez como parte mágica, religiosa, de la vida.

Así, algunas realidades que se transforman, debido la repetición dogmática, en leyendas, adquieren “razones numinosas” cuando pasan a ser concebidas o enriquecidas con hechos que fluyen como “argumentos” considerados sagrados, variables a veces, enriquecidos y permanentes mientras formen parte funcional de una cultura, pero indemostrables y cuya sacralidad no es otra que la creencia en los poderes que la cosa guarda en relación con un hecho considerado numinoso.

Para salvar esas leyendas y evitar su “descomposición” y con ello su base ideológica, algunas de estas religiones transformaron en dogmas las mismas. Siendo el dogma una creencia obligatoria, el mismo es básico para algunas religiones.

Son por así decirlo la base aparentemente sólida, en la que se apoyan, conformando un respeto cuya fuerza, además de lo irracional, es la inmovilidad compuesta de “lo inexplicable”.

La frase que señala que “el dogma paraliza”, tiene como base la cancelación de todo análisis científi co.

Lo numinoso, es la creencia en la sacralidad considerada común y de formas diferentes de objetos o creaciones y fetiches, pensamientos y obras de todo tipo con supuestos poderes en las religiones y en los credos considerados como de origen divino. La concesión de un poder “inexplicable” racionalmente a las reliquias, otorgado por tradiciones que nacen buscando el resguardo para vencer todo tipo de desafecciones en la vida humana, tienen una historia cronológica en su aparición, pero la percepción de su numinosidad , de su poder, aparece como parte de una creencia considerada vital para aprovechar el objeto como heredero de una fuerza agregable a las demás que conforman el conjunto de las que se supone que infl uyen en la vida humana. Cuando no persiste la cronología o no se demuestra, el origen en un “más allá” se hace presente en las explicaciones. Ese más allá es el “illo tempore”, de nebulosa existencia, para muchos creyentes innecesariamente lógico, pero fundamentalmente originario de existencias descronologizadas.

Generalmente una posible confrontación cronológica se hace necesaria para establecer si esa aparición de poderes es en parte una concepción divina, dada sin cronológica percepción, o si pertenece a los estados del llamado “in illo tempore” donde lo cronológico no existe. La mayoría de los dioses de todas las religiones son ubicados en el “illo tempore”. La creencia de que más allá del tiempo humano existen tiempos sagrados, es la primera concepción temporal de la cultura, una concepción no cronológica la cual puede infl uir en lo terrenal, donde en un objeto sacralizado, las normas de la sacralidad pueden haber supervivido en hombres, objetos y en la propia naturaleza.

En algunas religiones como el “taoísmo”, donde la inmortalidad de la materia y de ciertos hombres se centra en hechos nada cronológicos, todavía se cree en zonas donde viven Maestros que han logrado vencer la muerte y que son llamados “los inmortales”. El origen de sus poderes regenerativos está en un tiempo desconocido que sigue existiendo. Su sola presencia haría del “illo tempore” una realidad mística sin cronología.

El problema en el caso de las “reliquias sagradas” es el de en cuáles momentos se transforman en materia contentiva de una “capacidad de poseer poderes”. Para muchas sociedades, como las tribales del Caribe precolombino, su animismo muestra la creencia en la exaltación interior de sus dioses. Su más allá de la creación es ajeno a toda cronología, es un “in illo tempore” que infl uye para transformar en numinosa la reliquia. La fuerza del dios desciende y de algún modo sacraliza lo representado plásticamente.

El artista sirve de puente a la sacralidad. Pero existe la evidencia de que siendo la mujer la que llevaba a cabo el arte de la alfarería, hubiese en ellas la capacidad de hacer numinosa su producción. Cada uno soporta la idea de que las reliquias adquieren su numinosidad obteniéndola de la vida de su usuario, su propietario, o su creador, así como del cuerpo que, tornado como sagrado de sus poseedores, pero también insufl ado por un más allá divino que se expresa igualmente en la misma naturaleza: ´árboles, ríos, bosques, frutos, seres intangibles, etc. En este aspecto ciertos artistas serían los intermediarios entre su obra y la representación signifi cante, aunque como en cierta literatura, el signifi cado sea obra de quien la recibe, es decir, el creyente, en todo caso sea el medio capaz de dar sentido a lo divino. Esta sacralización desconocida en el aspecto cronológico, tiene su origen como toda sacralidad, en la parte del “illo tempore”, ligada a la creencia sagrada de que la magia, la divinidad o la fuerza irracional e inexplicada, es adquirida en tiempo desconocido y conducida al través de los seres humanos.

Recordemos que en el “illo tempore” de los arawacos antillanos, los habitantes nacieron en Cacibajagua, una caverna, posible representación del sexo femenino en tiempo de parto, sin fecha conocida.

Y luego supimos que con el rapto de las mujeres las mismas renacieron como frutos colgantes y sin sexo, labor que concluyó el Inriri, o pájaro carpintero, luego que hombres de otras islas las raptaron. La realidad del hecho se convierte en leyenda. No hubo tiempo preciso.

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