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UMBRAL

El genial guión del juez Vargas

“Esto es extraordinario, no sabía que era tan cómodo”, disparó en aparente tono inocente el juez José Alejandro Vargas al entrar a la reunión del Consejo de la Magistratura por donde desfi - laron los jueces que aspiraron a ser parte de la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Superior Electoral para ser evaluados. Se refería al sillón con características palaciegas en donde depositó su anatomía, no para someterse al cuestionamiento de los “consejeros”, sino para declinar sus aspiraciones.

En principio pensé que se trataba de una expresión espontanea.

Pero no. A medida que avanzaba en su intervención yo descubría que se trataba de un guion sutil que pretendía, desde su estrategia, desenmascarar la hipocresía defecando en el escenario fl ores de plástico con una retórica alimentada, a base de cálculo, por un torrente de conceptos exprimidos del lenguaje jurídico y ornamentados por el literario; del que se auxilió con maestría, para dar un puñetazo noqueador vestido de pies a cabeza de lección política y de vida, al soltar entre sus dardos, fríos y letales, la idea de que nada dura para siempre y que lo único perenne es el cambio.

Conocía el perfi l de cada uno de los “consejeros” y sabía que tenía como escenario a todo un pueblo.

La puesta en escena comenzó por el elogio a la silla y continuó cuando desparramó ante las cámaras de televisión sus calidades de juez, de intelectual y escritor de libros que sirven de texto en algunas universidades; de periodista y locutor cuya voz invadió por años los hogares de los dominicanos. Y sin que pareciera arrogante, exhibió su ascenso de la pobreza extrema hasta el olimpo de los dioses sabios, siempre con una sonrisa cuasi angelical. Logró llevar el mensaje que articuló, porque desde la óptica de cada espectador, podía dar la impresión de un fornido búfalo embistiendo con aire de descuido, a una jauría de hienas hambrientas; o imaginar a un atrevido plebeyo, nacido en cuna de harapos, sin legitimación social, ante una corte monárquica compuesta de cortesanos alabarderos y un rey retrepado en una silla ingrávida y sideral, y por demás arropada en una pompa marcada por la “inmortalidad” coyuntural que prestan los alucinógenos del poder. En todo caso, él era la víctima.

La escena en que entró en juego Juan Bosch parecía desconectada del guion, daba la idea de un desajuste.

Pero no. Todo estaba calculado.

La acción de leer el artículo que escribió sobre el líder político e intelectual, estaba llamada a sugerir su orientación y demostrar el desprecio del gobierno hacia los peledeístas, y reforzó su narrativa al revelar, desde la delicadeza de su posición de juez, el color de sus votos en los torneos electorales. Como vemos, todo estaba bien pensado, sino, asociemos lo anterior a las palabras que dirigió al “Rey”, al advertirle que cuando baje del trono y no estén sus cortesanos, esperaba que si por alguna razón pisaba los tribunales se encuentre con un juez justo como él.

Jugó con las imágenes y, para mí, la lectura de un fragmento del cuento Todo un Hombre de Bosch, tuvo un sentido de extrapolación, pues Yeyo (él), sacó de circulación, por un acto de justicia, a un abusador que se creía poderoso y pasó de victimario a víctima. Aunque no comparta sus sugerencias y expresiones, fue genial!

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