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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

HAITIANOS ILEGALES EN SANTO DOMINGO.- Recientemente ha vuelto a captar la atención de la opinión pública nacional e internacional, la cada día más creciente presencia de ciudadanos haitianos en el país en status migratorio irregular, lo que, a su vez, ha generado honda consternación entre sectores preocupados por la garantizar la pervivencia del ethos nacional al tiempo de preservar la identidad cultural del dominicano. Incluso, a través de las redes sociales ha habido una profusa difusión de imágenes, algunas no muy fiables o tal vez extemporáneas, que muestran una indeterminada cantidad de ciudadanos haitianos ingresando al territorio nacional por diferentes puntos frágiles de la frontera al margen de los procedimientos establecidos por las autoridades migratorias dominicanas que permiten a todo extranjero, siempre y cuando reúna la documentación legal requerida, fijar residencia temporal o permanente en República Dominicana. Parecería que carecemos de controles de seguridad eficaces que, sin necesidad de incurrir en violaciones a los derechos humanos, detengan esas incursiones masivas ilegales hacia el territorio nacional.

Conscientes de tan delicada circunstancia, las autoridades competentes han puesto en marcha operativos destinados a repatriar no pocos ciudadanos haitianos cuyo status migratorio se ha comprobado que es ilegal y, ante tal circunstancia, el honorable señor Embajador de Haití en República Dominicana, Idalbert Pierre Jean, se ha despachado con declaraciones públicas acusando a las autoridades dominicanas de actuar movidas por el odio en contra de sus connacionales.

¿ODIO DE QUIÉN CONTRA QUIÉN?.- Las declaraciones del embajador haitiano, naturalmente, no estuvieron acompañadas por evidencias fácticas que sirvieran de sustento a su denuncia, además de que no es cierto que el pueblo dominicano anide sentimientos de discriminación y/o desprecio contra los haitianos; históricamente nunca lo ha hecho, como jamás se han producido agresiones/invasiones desde la parte del Este de la isla de Santo Domingo hacia Occidente, pues siempre ha sido a la inversa, lo mismo en actitud bélica que de manera pacífi ca. Lo que sí constituye una atribución exclusiva del pueblo dominicano, como ocurre con cualquier país libre y soberano, es su derecho inalienable para establecer normas y leyes que regulen el status migratorio de los extranjeros, y que cuando haya casos en los que extranjeros violen las leyes migratorias dominicanas, nuestras autoridades están legalmente facultadas para deportar/expatriar a todo aquél que incurra en tales delitos. Los dominicanos tenemos que actuar colectivamente para rechazar la recurrente práctica de los diplomáticos haitianos, como lo ha puesto de manifi esto el Editorial del Listín Diario, del sábado 15 del mes en curso, de emplear la palabra “odio” y también “campaña de odio” para “etiquetar las críticas que los dominicanos o los medios de comunicación hacen a la creciente inmigración ilegal de haitianos a este país.” El propósito no puede estar más claro: al lanzar sobre la faz del pueblo dominicano el velo del supuesto racismo y de la xenofobia antihaitianos (por el solo hecho de pretender aplicar la ley en materia migratoria), deliberadamente se fomenta una campaña de descrédito contra nuestro país en connivencia con determinados organismos internacionales y con algunas oenegés locales recurriendo a “un modelo de chantaje ya conocido, encaminado a dorar la píldora de lo que es el hecho grave de violentar las leyes migratorias de un país para establecerse en él y reclamar, más adelante, unos derechos que nunca han tenido o disfrutado en el suyo, donde nacieron”.

NO HUBO ODIO NI EN TIEMPOS DE LA INDEPENDENCIA.- Ni siquiera el doloroso período de los 22 años de dominación haitiana (1822-1844), durante los cuales se cometieron tantos atropellos contra los dominicanos hasta el punto que se intentó erradicar la cultura afrohispánica para sustituirla por la afro-francesa y, de esa manera, convertir en realidad concreta “la una e indivisible”, generó en el colectivo nacional un sentimiento de odio ni mucho menos un prejuicio xenófobo hacia el haitiano. Simplemente, el pueblo asumió la doctrina liberal preconizada por los trinitarios, se proclamó independiente el 27 de febrero de 1844 y del baluarte del Conde surgió un Estado con el nombre de REPÚBLICA DOMINICANA.

Recordemos las palabras de Duarte: “Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo cómo los vence y cómo sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente… ¡No más humillación! ¡No más vergu¨enza! Si los españoles tienen su monarquía española, y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la República Haitiana, por qué han de estar los dominicanos sometidos, ya a la Francia, ya a España, ya a los mismos haitianos… ¡No mil veces! ¡No más dominación! ¡Viva la República Dominicana!”.

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