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Sacaron a Bosch

En la última Feria Internacional del Libro adquirí un ejemplar de El Derrumbe, de Federico García Godoy, que salió como primera edición. El Derrumbe, la única obra que fue quemada por los interventores norteamericanos de 1916, es un excelente ensayo histórico que retrata a la perfección la sociedad dominicana de aquella época. La primera edición data del año 1917. En 1975 la editó la UASD, bajo los cuidados de Emilio Cordero Michell, después La Trinitaria y finalmente la Comisión Permanente de Efemérides Patrias en dos ocasiones.

A partir de esas ediciones El Derrumbe ha llevado prólogo de Juan Bosch, el más conspicuo alumno de García Godoy, un cubano que amó esta tierra más que muchos nacidos en ella. Su deceso se produjo en febrero de 1924, meses antes de concluir la ocupación, que él describió, conforme expresa, “con honda sinceridad y desbordante dolor”. Pero no solo a la intervención de 1916 se refiere el autor. Trata, también, hechos de vergonzoso recuerdo como la Anexión de 1861 y habla sobre la corrupción, que califica de “flor negra y pestilente, envilecedora y disolvente”.

Profundiza sobre la ignominia de la ocupación que califica como producto de la evolución histórica del imperialismo y evidencia de su poder arrollador y vergonzoso y habla de las luchas del pueblo y del patriotismo. Todas esas consideraciones las prologó Bosch con su excelente pluma y su verbo magistral para que fueran comprensibles. Y eso fue lo que se omitió en El Derrumbe. Lo lanzó la Editora Nacional como primera edición, olvidando la de hace 100 años, la de la UASD, la de La Trinitaria y las de Efemérides Patrias. Tan fuerte era el lazo que unía al ex Presidente con su maestro que pidió que su última morada estuviera frente a la de García Godoy. Y así están ambos, en el camposanto de La Vega.

El Derrumbe, no es un ensayo cualquiera, no es un libro más, es un llamado desesperado a la conciencia nacional para que despierte, para que no considere que todo se ha perdido, es una profecía inequívoca sobre lo que sería la sociedad dominicana de hoy.

Por mi experiencia de trabajo deduzco que el Ministro de Cultura no advirtió esta grave omisión que constituye un atentado hacia la memoria histórica. Ni tampoco fue advertida, lamentablemente, por ninguno de sus colaboradores. Es un triste error que aún puede repararse, para evitar en el futuro esas repeticiones.

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