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FE Y ACONTECER

“Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

VII Domingo de Pascua - Ascensión del Señor 28 de Mayo de 2017 - Ciclo A

a) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 1,1-11.

El comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles muestra la conexión con el evangelio de San Lucas. El evangelista precisa el tema de la conversación de Jesús resucitado con sus Apóstoles en las “numerosas pruebas de que estaba vivo” después de muerto y resucitado. El período de estas apariciones e instrucción duró 40 días y llegado el tiempo de su despedida, se les manifiesta subiendo al Padre hasta que una nube se los quitó de la vista.

Jesús manda a los Apóstoles no alejarse de Jerusalén hasta recibir el bautismo del Espíritu, y aparece de nuevo el malentendido sobre el Reino de Dios como mesianismo temporal de signo político y nacionalista: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. Esta pregunta obedece a la incomprensión de los discípulos sobre la verdadera naturaleza del Reino de Dios, y a la convicción generalizada de que la efusión del Espíritu Santo llevaba consigo la irrupción del tiempo último. La predicación del Reino por parte de Jesús fue muy clara: su Reinado estaría caracterizado por el amor, el perdón y la justicia, por consiguiente, toda especulación en torno a la proximidad del fin está condenada al fracaso. El evangelio debe predicarse al mundo entero.

b) De la carta a los Efesios 1, 17-23.

Su autor reflexiona sobre el misterio de Cristo y de la Iglesia, en estos versos afirma la supremacía de Cristo, intenta dar una respuesta acuciante en el momento en que escribe: surgieron tendencias en las propias comunidades en que se afirmaba que otros podían competir con la acción salvadora de Cristo, pero sólo Él es el centro de la unidad porque sólo Él es el Salvador.

La oración de petición de San Pablo por los Efesios para que ilumine los ojos de su corazón para comprender cuál es la esperanza a la que los llama, no podía ser otra que el conocimiento del Misterio de salvación que ya expuso en el pórtico de la carta, el conocimiento de Dios mismo revelado en Jesucristo. El cual está muy por encima de nuestra capacidad humana, por eso implora un “superconocimiento” que sólo lo puede dar el “Espíritu de sabiduría y revelación, el mismo que el profeta Isaías contemplaba sobre el Mesías prometido”; el mismo Espíritu de quien el Apóstol dice en su primera carta a los Corintios que “lo escudriña todo, incluso las profundidades de Dios”. (1 Cor. 2, 10).

c) Del Evangelio de San Mateo 28, 16-20.

Según los textos de la Exaltación de Jesús a la derecha del Padre se deriva una doble consecuencia: para Jesús, plena soberanía espiritual y cósmica. Jesucristo resucitado es constituido por el Padre, Señor del universo y de la historia, cabeza de la nueva humanidad y de la Iglesia que es su cuerpo y plenitud. Para nosotros, el mandato misionero, es el envío para la evangelización y el testimonio que Jesús, con pleno poder en el cielo y en la tierra, transmite a la comunidad eclesial representada inicialmente en los Once: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”.

Según los Sinópticos la misión evangelizadora que Jesús transmite a sus apóstoles es universal y no limitada al pueblo judío. En el final del evangelio según San Mateo supone que la apertura universal del Evangelio es fruto del misterio pascual, Jesús envía a sus discípulos a todas las gentes a invitarles a entrar a la salvación.

Al exponer el paso de la misión de Cristo, la Exhortación apostólica “Evangelii nuntiandi” de Pablo VI, enfatiza la evangelización como vocación propia de la comunidad cristiana y de sus miembros. Mediante el anuncio infatigable del Reino de Dios los discípulos de Jesús hemos de proclamar su salvación liberadora, confirmando además el anuncio con el testimonio de los signos (EN 6-16). Las formas de la misión que Jesús nos confía son dos: el anuncio directo y el testimonio personal y comunitario mediante los signos de liberación. En ambas formas Jesús está presente con la acción de su Espíritu, que es su presencia invisible pero eficaz. En realidad, Cristo no se ausenta del mundo y de la comunidad eclesial, sólo cambia su modo de presencia.

Ahora que Jesús no está físicamente presente entre los hombres, tenemos una tarea urgente de evangelización y liberación humana, es el grupo creyente quien ha de hacerlo visible al mundo por el anuncio y el testimonio. La evangelización exige primeramente el anuncio directo del Evangelio con todos los medios a nuestro alcance. Anuncio respetuoso con las personas, al estilo de Jesús; sin amenazar, sino ofertando la salvación que libera. En segundo lugar, el anuncio y la palabra han de ir acompañados, como hizo Jesús, con el testimonio eficaz de los signos, es decir, con el compromiso de los cristianos por la promoción integral del hombre desde su dignidad de persona a su condición de hijo de Dios y hermano de los demás.

Este domingo celebramos en nuestro país el Día de las Madres, alcance nuestra felicitación y oraciones a todas las Madres que cumplen con la misión encomiable de amar, formar y evangelizar a sus hijos. También será la 51ra. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en la que el Santo Padre Francisco nos invita a reflexionar en torno al lema: Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos. ´No temas, que yo estoy contigoª (Is 43,5).

Con su Mensaje el Papa Francisco, entre otros aspectos, exhorta a todos “a una comunicación constructiva que, rechazando los prejuicios contra los demás, fomente una cultura del encuentro que ayude a mirar la realidad con auténtica confianza”, invitando, además, “a ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo narraciones marcadas por la lógica de la ´buena noticiaª”.

Asimismo, nos dice que “La esperanza fundada sobre la buena noticia que es Jesús nos hace elevar la mirada y nos impulsa a contemplarlo en el marco litúrgico de la Ascensión...” y que: “Por medio de la ´fuerza del Espíritu Santoª podemos ser ´testigosª y comunicadores de una humanidad nueva, redimida, ´hasta los confines de la tierraª” (cf. Hb 1, 7-8).

El Santo Padre finaliza su Mensaje con la invitación a dejarnos guiar con fe por el Espíritu Santo para ser capaces de discernir en cada acontecimiento lo que ocurre entre Dios y la humanidad, tiendo presente que la esperanza es la más humilde de las virtudes, pero a su vez es similar a la levadura que hace fermentar toda la masa, y concluye diciendo que “También hoy el Espíritu siembra en nosotros el deseo del Reino... a través de las personas que se dejan conducir por la Buena Nueva... y son como faros en la oscuridad de este mundo, que iluminan el camino y abren nuevos senderos de confianza y esperanza”. Seamos, pues esos faros que iluminan las sendas de los demás y contribuyamos a la implementación de un estilo de comunicación auténtico, honesto y creativo que muestre posibles soluciones y favorezca una actitud responsable.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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