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Gobierno complace a Haití

El nombramiento de Despradel anticipa los actos. Se empeora el pronóstico. Hay antecedentes que hacen de esta decisión que sea calificada de especial: su defensa de los derechos de su pueblo amado: Haití. Con una designación previamente nimbada con los agasajos y elogios interesados de plumíferos de servicios, se nos presenta el personaje como un verdadero forjador del “entendimiento y la concordia” de los dos pueblos de la isla.

En sí su lucha es y ha sido por la protección de los derechos de los haitianos y el respeto de sus “valores” con la intención de igualarnos en sus costumbres y conductas. Es mitad dominicano, no total, y lo prueba el querer borrar la historia de un desacuerdo irreconciliable como es la pretensa escenificación de la indivisibilidad, expresión esta tan manida, y la de tratar de ocultar el enojo de los dominicanos de aquellos hechos de 1805, pretendiendo negarlos con argumentos históricamente disparatados: mitos del dominicano, “que muchos dominicanos piensan que la matanza de Moca de 1805 fue contra dominicanos, cuando en realidad fue contra españoles esclavistas”. ¿Es mito también utilizar el “hecho” de ocupar terrenos dominicanos para luego reclamarlos bajo el pretexto y contexto del “uti possidetis juris”, situación ésta padecida en el siglo XIX que desmiente trágicamente las expresiones del embajador dominico-haitiano?.

Este señor ve como un comportamiento normal el aluvión migratorio haitiano al país, convertido ya en un total sumidero humano. Nunca hemos oído ni leído un pronunciamiento, no sólo de denuncia, ni siquiera de preocupación por el descontrol fronterizo; tampoco por un reparto de la carga migratoria haitiana.

La ocurrencia de hechos tan graves como: el intento de matar al presidente Leonel Fernández; humillación a la bandera dominicana arriada y pisoteada en plena delegación del país; el desprecio a la universidad donada por el país. Hechos gravísimos, sin embargo, aún así buscan viabilizar a Haití fraguando una redefinición de la “única e indivisible” por el “binacionalismo” que, a su manera, la concretiza. Por eso, malestar y sorpresa y, en voz alta, causa esta designación que calificamos como desleal a la historia dominicana, por la actitud insinuadora de cambiar los hechos modificando contexto y pretexto. El Gobierno ha dado un paso en falso, nos ha fallado.

Promover la identidad genérica de “ciudadanos de La Hispaniola” es ridiculizar y poner en naufragio “la Nave de Febrero” y a la trilogía gloriosa.

¿Qué de nuestras almas del pasado? La articulación contextual de borrar la frontera física con fórmula de organización económico, social y política que dibujan un marco binacional, un modelo en que las estructuras actuales se trastocan para dar cabida a un Estado fallido dentro de un Estado débil, basado su origen doctrinal y utópico en la fusión de dos pueblos, cultural, social, políticamente, y económicamente tan distintos, es más que imposible.

Aún los enemigos calumnien el sentimiento de patria, y el Gobierno, que no ha sido un concienzudo previsor, actúen por complacencia, no pasarán. Debemos resistir a los que mantienen una receta oculta guardada en las bóvedas de un sector oficial y empresarial, por un lado, y organismos internacionales y gobiernos regionales y europeos, por el otro, que se han encargado de ir tejiendo con hilos imprevisibles el futuro del país y de los dominicanos.

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