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PENSANDO

La lista

El país está esperando la lista de los sobornados en el Caso Odebrecht, pero nadie se ha preocupado por publicar la lista de los 26 hombres más honestos del país. Me resisto a creer que el poder de la manipulación para lograr impunidad ha sido tan efectivo que ha terminado con mantener la lista de los honestos en el ostracismo, a menos que ellos mismos no se erijan como tal. Esto ocurre cuando se pierde la institucionalidad en un país y la separación de los poderes en un sistema democrático no alcanza los lineamientos del respeto que ameritan. De ahí podemos deducir que la culpa no es de uno o de otro, es una culpa compartida por todos los que nos hemos acomodado al silencio permisivo, que a través del tiempo nos pasa factura y nos obliga a pagar lo que una sociedad no puede soportar para subsistir dentro de un sistema donde no se respete la ley. Cuando a una sociedad se le enseña con autoridad que la Ley es igual para todos y al mismo tiempo que nadie está por encima de ella, los resultados son promisorios para poder vivir conformes con las medidas precautorias de castigar el delito y premiar la legalidad de los procedimientos. En este momento es que estamos en la joven democracia dominicana, en la que no podemos aceptar que por el hecho de salir de un humilde estrato social y adquirir una buena preparación intelectual, nos sintamos con el derecho de volcar resentimientos plasmados en carencias y asaltar el erario sin ningún tipo de transparencia y fiscalización del patrimonio del pueblo; del mismo modo, personas de sectores acomodados han conspirado con la estabilidad financiera del Estado por la insaciabilidad de sus conductas delictivas y discriminatorias. Hay un solo camino en la actual coyuntura, el camino de la prudencia, pero con una voluntad férrea frente a los que han depredado las oportunidades reivindicativas de la mayoría de los dominicanos. ¿Por qué la costumbre de pasar un paño tibio a la delincuencia de cuello blanco y por qué es tan difícil reconocer a los hombres con la suficiente probidad de cumplir con el deber ciudadano de repartir con equidad los recursos del patrimonio de todos? ¿Por qué a estos hombres se les hace tan difícil alcanzar el sitial del gran reconocimiento y valoración? El gran defensor de los Derechos Humanos y de la Libertad, Mahatma Gandhi, señaló: “Lo peor de las cosas malas, de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. Entender a Gandhi es pensar que es más fácil, por no decir irresponsable, no enfrentar con seriedad y con el deber ineludible, el quebrantamiento de las leyes que nos han llevado a esta gran crisis institucional.

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