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OYE PAÍS

Abuso de poder

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Ruddy L. GonzálezSanto Domingo

La muerte de Santiago Estrella Veloz me hace retroceder 30, 40, 45 años en el tiempo, cuando el ejercicio del periodismo era una pasión por la verdad, un privilegio de quienes lo ejercían, un compromiso con los que leían y/o escuchaban y/o veían, los que creían, confiaban, lo que los periodistas les presentaban.

Recordé, este lunes conversando informalmente con mi amigo de generación y profesión Miguel Guerrero, esos años de esplendor del periodismo serio y responsable, sin medias tintas ni intereses mercuriales, sin vendettas personales ni empresariales. Eran los finales de los ‘60 y principios de los ‘70. Eran años posguerra patria’ en el país y de ‘guerra fría’ en el mundo. Eran los tiempos de las luchas por la libertad y la democracia, por el fortalecimiento de los cimientos y emblemas nacionales. Hoy, en la época de la tecnología, de la computadora, del internet, de las facilidades que brindan los ‘paquetes’ publicitarios, incluyendo el millonario aporte oficial, el periodismo ha descendido a niveles tan bajos, que muchas de las estrellas que hoy lo ejercen no tienen empacho en ser marionetas del que porta el dinero, la fama, el poder. De los que no les importa la nación, sino sus intereses, aunque se derrumbe la democracia, aunque naufrague la nación.

La rigurosidad, la lealtad a la verdad sin contrapelo, el romanticismo con que ejercimos el periodismo en esos años en que éramos -Miguel, Santiago Estrella y yo, por ejemplo- creyentes y exponentes verdaderos de la democracia, de las libertades, del progreso de la nación, se ha ido hoy al carajo!

Cuánta mediocridad, cuánto abuso de poder en nombre de la libertad de prensa, cuántos sepulcros blanqueados, cuántos farsantes tratando de meter a los que no les coquetean, en su mundo de frustraciones, de malquerencias, con chantajes y pretendidas descalificaciones. Viene como ‘anillo al dedo’ y les encaja a la perfección, a aquellos que olvidaron -si alguna vez lo creyeron- que el periodismo era cuestión de honor, ejercicio de caballeros, y damas, estas estrofas de la canción de Miguel Narros y Víctor Manuel (1974):

“Todos tenemos un precio/todo se compra, se vende/ El traficante, el artista/Intercambian sus divisas/El esclavo, como el rey/tienen idéntica piel/Y en el horno se verá/ Que todos somos igual.

Todos tenemos un precio/todo se compra y se vende/El hombre gordo y el flaco/El gigante y el Enano/ Y aquel que viste de gris/Para vivir camuflado/El que trepa de puntillas/y se olvida de sus pasos/TambiénÖ aquel que niega su brazo/al que vive más abajo.

Todos tenemos un precio/todo se compra y se vende/El señor y la doncella/El poeta y su miseria/Piratas y mercenarios/Falsos revolucionarios/Algún cerdo disfrazado/de paloma mensajera/TambiénÖ caperucita y su abuela/Tom y Jerry y Cenicienta”.

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