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EN LONTANANZA

Hagamos grandes a los líderes

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Henry Mejía OviedoSanto Domingo

Quienes recuerden la escena de la política mundial de los años 60 y 70 del pasado siglo recordarán que fue una época habitada y dominada por relevantes figuras políticas, líderes de reconocido empuje y arrastre, capaces de encarnas ideas y proyectos frecuentemente encontrados, pero siempre brillantes.

Oradores apasionados como Malcolm X, Salvador Allende y Fidel Castro; representantes de un renovado idealismo y visionarios de un mundo distinto como John F. Kennedy, Juan Bosch, Martin Luther King y Patricio Lumumba; estoicos conductores de sus pueblos en medio de las terribles pruebas de la guerra, como Ho-Chi Minh, Zamora Machel y el coronel Alberto Caamaño; autoridades morales de indudable estatura, como el Arzobispo Makarios e Indira Gandhi; prestigiosos estrategas militares, políticos y pensadores como el general Charles de Gaulle, o el filósofo Jean Paul Sartre; guerrilleros espartanos, como Ernesto Che Guevara, Amilcar Cabral y Yasser Arafat. Una pléyade de personalidades inolvidables, en una época de grandes y vertiginosos cambios, que encarnaron en sus personas la grandeza de una edad de esperanzas y luchas, cada uno desde su particular filosofía y visión del mundo.

Los tiempos que vinieron después, ya lo sabemos, fueron reduciendo y encogiendo la estatura de quienes sucedieron a aquellos líderes legendarios.

Todo fue más mundano, pragmático, sombrío y cotidiano. Todo más ordenado y aburrido; todo con miras más limitadas y parroquiales, como si a un tiempo de gigantes, por fuerza, debiese suceder una época de pigmeos. Y así le fue al mundo, atascado en laberintos de falta de audacia, creatividad e insolvencia moral, desgarrado por guerras y hambrunas, por epidemias imbatibles y conflictos históricos que no encontraron una solución justa, y se larvaron hasta nuestros días, incubando una monstruosa degeneración.

A líderes de bolsillo, tiempos mediocres, y viceversa.

Y he aquí que intentando hallar el hilo que permita salir del laberinto, un reciente estudio auspiciado por dos de los mayores bancos norteamericanos ha aplicado una encuesta a más de 5,000 líderes empresariales del país para hallar las razones y las características de los que han cosechado el mayor éxito en los negocios. Lo curioso es que muchas de sus conclusiones pueden ser perfectamente aplicables, por defecto, a los líderes políticos de nuestro tiempo.

“Son curiosos insaciable, y mantienen su disposición a arriesgarse; son pensadores en grande y visionarios- se enumeran entre los rasgos comunes a los directivos exitosos- además de que muestran confianza y autoridad, saben enrolar a los demás en sus planes, y sobre todo, son muy creativos, abiertos a ideas revolucionarias y nuevas” Es, precisamente, ese político de nuevo tipo el que está reclamando el mundo, capaz de emular con las glorias del pasado, pero afincado en su tiempo. ¿Hasta dónde hubiesen llegado aquellos líderes de haber contado con los avances científicos y tecnológicos de nuestra época? Pero al final, es el hombre el que decide.

Necesitamos no solo devolver la grandeza a las naciones, sino también a sus líderes.

EL AUTOR ES PRESIDENTE DEL ATENEO DOMINICANO Y MIEMBRO TITULAR JCE

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