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ASUNTOS DE DERECHO

Automóvil-trampa

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Matías Modesto del Rosario HijoSanto Domingo

Un muchacho que se ocupaba de la venta de automóviles, una noche tras haber cenado en París con dos clientes, volvió manejando su automóvil, a su domicilio, situado en las afueras. Inspectores con gorra y Jersey de cuello alto, circulaban a su lado a bordo de un automóvil-trampa de servicio secreto. Les llamó la atención aquel conductor que circulaba a velocidad bastante alta. Intrigados, los policías emprendieron su persecución.

El vendedor de automóviles habitaba en una modesta vivienda situada en un callejón sin salida que quedaba sumido en una oscuridad total después de las ocho y media de la noche. Los policías se inquietaron al ver penetrar el vehículo en aquel callejón, donde resultaba imposible distinguir nada. Pensaron que era un malhechor. Detuvieron su automóvil y con la metralleta en la mano, solicitaron al hombre para que levantara los brazos. Completamente confuso, el joven conductor pensó que se trataba de unos bandidos.

Los oficiales de la policía se aproximaron al hombre y le ordenaron que mostrara su documentación y matrícula.

Un vendedor de coches lleva con frecuencia varias matriculas y con la emoción del momento, el joven sacó una que no correspondía a su vehículo.

Los policías se hallaban cada vez más persuadidos que se encontraban frente a un malhechor. El hombre buscó febrilmente en su cartera, encontrando al final su matrícula y se la enseñó a los policías, que le hicieron abrir la capota para comprobar si correspondían los números del motor.

En aquel momento, el desgraciado, convencido de que todo se trataba de una estrategia y de que había llegado su última hora, se puso a gritar para que los vecinos acudieran en su socorro, penetró en su inmueble y subió los escalones de cuatro en cuatro con la esperanza de poder encerrarse en su vivienda, situada en el primer piso.

Su mujer, alarmada por los gritos, salió y tropezó con los policías que perseguían a su marido. Horrorizada, gritó a su vez y el hombre, que había conseguido encerrarse en el piso y cuya excitación aumentó al escuchar los gritos de su esposa, cogió un fusil de caza y por la ventana entreabierta, hizo un disparo hacia el suelo.

La desgracia hizo que el policía que conducía el coche-trampa y que había permanecido al volante, saliera a ayudar a sus colegas. Al pasar bajo las ventanas resultó mortalmente herido por el disparo. El homicida se vio acusado de homicidio voluntario y fue encarcelado.

El magistrado instructor se dio perfecta cuenta de que aquel joven estaba absolutamente en regla y nada tenía que temer de una inspección por parte de la policía. Tan sólo el miedo había sido origen de su gesto criminal.

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