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EN PLURAL

Construirla en plural

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Yvelisse Prats De PérezSanto Domingo

Platón afirmaba que las palabras son simples convenciones, significan lo que una comunidad acuerda.

En nuestro país parece que no nos hemos puesto de acuerdo para definir, ni entender la calidad, en particular, la calidad educativa.

Es una expresión tan usada, que nos luce a muchos, conocida. Se utiliza en los periódicos, en la oratoria de los técnicos y ministros, se ofrece solemnemente en los programas de gobierno, ningún Pacto Educativo deja de tenerla como uno de los encabezamientos de sus objetivos.

Sin embargo, pocos se detienen a explicar en qué cosiste, cómo se logra esa calidad, si tiene niveles, sus componentes, y, sobre todo, cómo se evalúa.

Se puede consultar una Enciclopedia, un diccionario de pedagogía; los nativos digitales, buscan en Google. ¡Cuidado! La calidad educativa tiene un carácter polisémico, en tanto requiere ser ubicada para entenderse en un contexto, geográfico, social, temporal, económico, político.

La calidad, así contextualizada previamente, es una construcción lingüística compuesta por diferentes elementos o factores. La suma, o más bien, la combinación acertada de estos, da calidad al resultado de una operación o un proceso.

En la educación, proceso humano más que ningún otro, lograr la calidad es tarea compleja, difícil.

Enumeraré sus principales factores, sin inventarlos, me atengo a los pareceres aprobados por los más reputados organismos internacionales. Algunos habrá que analizar en otro En Plural, porque en República Dominicana la educación tiene muchas peculiaridades, y ha sufrido demasiadas quiebras. Pero, como recomiendan los clásicos, hay que empezar por el principio, por la zapata:

ï Capacidades del alumno: Su formación previa, su medio. (Este factor nos refiere al contexto, y obliga a privilegiar Políticas Públicas Sociales, no sólo educativas).

ï Los procesos de enseñanza-aprendizaje (métodos, técnicas).

ï Nivel de desarrollo humano de la ubicación geográfica de la escuela y los hogares de los alumnos.

ï Tiempo disponible para aprender (no para enseñar, tomen nota para la Tanda Extendida).

ï Cantidad y calidad de los Materiales didácticos (Tics, pero también, libros, mapas, juegos, útiles deportivos e instrumentos de música).

ï Competencias de los docentes (y lo que se llama ahora dignificación del magisterio).

ï Pertinencia del currículo (no sólo en lo general y lo nacional, también es su relación con necesidades locales y en su sintonía con los avances científicos y tecnológicos mundiales).

ï Gestión de la educación (centralización, descentralización).

ï Financiamiento de la Educación (y orientación del gasto, que marcará las prioridades).

Enumerar todos estos factores volvió a impresionarme. Creo que a mis lectores le pasará lo mismo. Países con tradición cultural más rica que la nuestra, aún bregan para lograr plenamente la calidad educativa, porque para hacerlo tienen que elevar el nivel de cada uno de los factores que la componen, y no uno después del otro, sino simultáneamente, aunque el ritmo puede variar de acuerdo a las prioridades y a las capacidades financieras de la nación.

Pero en República Dominicana, hablamos de calidad educativa como un todo, aunque se mencionan sus múltiples facetas, a veces, se hacen sinónima con un solo elemento; por ejemplo, responsabilizar exclusivamente al profesor de la cualificación educativa, como si este fuera Dios, el Estado y un mago al mismo tiempo. Y las reformas a uno u otro factor, cuando se hacen, lucen desperdigadas, incoherentes, como esa infortunada ordenanza 09-15, que viola todo al andamiaje logrado en la Normativa de la Formación Docente, y despoja al maestro de su condición de tal, dejándolo como un instructor mecánico de habilidades sin alma, sin valores. ¡Pésima calidad educativa se logrará con ella!

Respeto al Ministro Andrés Navarro, cuya mesura contrasta con la desmesura verbal y conductual agresiva del antiguo ministro de educación, que confundía ladrillos con aprendizajes. Por eso, aunque algo escéptica, comparto con él una reflexión de maestra.

La calidad es procesual y compleja. No la anuncie, aborde su construcción, holísticamente, o sea enlazando sus distintos elementos, diagnosticando fallos, corrigiendo y renovando, nunca aisladamente, sino en sintonía con los demás factores, armónicamente, hasta que la sinfonía de la calidad educativa resuene, tocada por una orquesta donde participan juntos maestros, estudiantes, padres y madres, comunidad.

Y, por supuesto, que esa calidad educativa no sea excluyente, con equidad. Lo que necesitamos no es una élite de dominicanos educados, necesitamos que todos sepamos ejercer nuestra ciudadanía con competencias similares.

Como se hizo en el primer Plan Decenal: convocar Congreso, oír a disidentes, encontrar consensos, hágalo, Profesor Navarro. No anuncie la calidad educativa, no la hay ni la habrá hasta que su sentido sea convención asumida por todos, en un propósito común.

Entre disensos racionales, que desemboquen en consensos críticos, se empezaría a construir esa calidad educativa, que, al contar con la participación consciente de todos los sectores sociales, tendrá el complemento indispensable que exige la democracia: será una calidad educativa, CON EQUIDAD.

Los retos nacionales, y este lo es, se enfrentan pluralmente.

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