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Tiempo para el alma

“Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús, cayó rostro a tierra y le suplicó: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme’. Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: ‘Quiero, queda limpio’. Y en seguida le dejó la lepra”. Lc. 5: 12, 13.

Señor, si quieres, puedes quitarme las raíces de amargura que he dejado crecer en mi corazón, son como una lepra que va dañando mi paz, que va creando espacios fétidos en mi corazón.

Señor, si quieres, puedes sanar mis heridas del alma, las de antes que han hecho cayos en cada rincón y las de ahora que están frescas y arden. Son como un cáncer que hace metástasis.

Señor, si quieres, puedes deshacerme de los miedos que me frenan, que no me dejan avanzar, que me invalidan. Quiebran las alas de mis sueños. Señor, si quieres, puedes aliviar mis angustias, ese pensar en lo que no fue, no ha sido y no es, como si fuera. Son como una fi ebre que me deja postrada, que no me permite levantarme y enfrentar el hoy y el mañana. Señor, si quieres, puedes cauterizar mi arrogancia. Es como una miopía que solo me deja verme a mí misma y no me alcanza la vista para enfocar más allá, a donde están las fortalezas de los demás.

Señor, si quieres, puedes lavar mi alma, hacerme renacer.

En tus brazos encuentro esperanza y paz. Eres mi cura y mi luz, mi vía y mi destino.

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