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PUNTO DE MIRA

Carlos Morales Troncoso I

Al pensar que Joaquín Balaguer fue uno de los grandes caudillos políticos del siglo XX no dejó de llamarme la atención que eso no impidió que alguno de sus seguidores pensaran en reemplazarle. Usando los mecanismos del sistema democrático y con gran sigilo, iniciaron gestiones encaminadas a ser sus continuadores.

Los atrapados en falta fueron castigados a veces con singular prudencia. Otras veces, acosados como fieras.

Balaguer hizo viejos a sus colaboradores que activaron en el Partido Reformista. La gran mayoría de ellos se secaron políticamente colgando para sus adentros el fruto de sus ambiciones. La longevidad y la astucia del anciano dirigente político contribuyeron a que esas aspiraciones no encontraran caminos.

El único que se coló como candidato presidencial por el PR, con insuficiente suerte, fue Jacinto Peynado. El caudillo era Presidente de la República, se tragó su enojo e hizo la treta de apoyo sólo de la boca para afuera. Desde el lanzamiento de la campaña Balaguer mostró su rechazo. El acto fue en San Cristóbal y hasta allí envió su carro presidencial, el 01, pero vacío. Sin embargo, Balaguer alentaba el lanzamiento de las aspiraciones. En algunos casos era para detectar ambiciones en sus filas y ubicarlos para fines de liquidación posterior, pero en otros era parte del teatro de la apariencia de democracia interna.

Quien más lejos llegó en el proceso de acumular fuerza dentro del partido, y se le calificó como contrapeso, fue al licenciado Fernando Álvarez Bogaert. En algún momento pulseó contra el líder y fue reprimido con las fuerza militar. Balaguer incluso anunció que renunciaría a su candidatura presidencial como presión hacia el joven político. Álvarez Bogaert terminó saliendo del PR para ser compañero de fórmula con José Francisco Peña Gómez por el Partido Revolucionario Dominicano. Y hasta allí Balaguer lo persiguió y profirió amenazas destempladas que hicieron morigerar la campaña política del exreformista. Uno que hizo gestiones para ser candidato presidencial, y que aparentemente no fue detectado o dejado pasar por alto, fue Carlos Alfredo Morales Troncoso. El nieto del presidente Manuel de Jesús Troncoso (1940-42), ostentaba en ese momento el cargo de Vicepresidente de la República, donde había llegado como culminación de una exitosa carrera en el sector azucarero. El ingeniero Morales Troncoso tenía abolengo político, apoyo norteamericano, clase y prestigio en el sector empresarial. Lo veían como una fuerte opción para cubrir el hueco que dejaría Balaguer.

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