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ORLANDO DICE...

Muerto en la UASD

SIN RESPUESTA.- ¿Qué importancia tiene la Federación de Estudiantes Dominicanos que una simple elección provoca un tiroteo con un muerto y varios heridos? Una pregunta que como muchas otras engrosará los anales de la casa de altos estudios, pues no hay manera de dar una respuesta satisfactoria. El muerto no era estudiante, ni empleado, y tampoco tuvo nada que ver con el proceso. Dará pena, pero no se llevará ninguna gloria. Estuvo en el lugar equivocado, y ni siquiera se sabrá qué hacía, si fue o lo llamaron, aunque a su favor se dice que no andaba armado. Fue víctima, aunque tal vez no inocente. Lo peor es que las autoridades de la UASD cuentan entre sus virtudes la irresponsabilidad. Dicen ahora, como en otras ocasiones, que van a investigar, y de seguro con el cliché de “caiga quien caiga” o “hasta las últimas consecuencias”, y no investigan nada, ni cae nadie y -por lo tanto- las consecuencias se acumulan con malas notas y como materia pendiente. No hace mucho estalló algo en el Alma Mater. Solo produjo humo: el consiguiente corre-corre y la promesa mediante comunicado de que se haría la indagatoria de lugar.

EL AMBIENTE.- Los encapuchados aparecen de tiempo en tiempo, crean ambiente de zozobra, se tiene que tampoco pertenecen a la academia, pero nunca se corrige la anomalía, aun cuando altera su normal funcionamiento. No hay que ser perverso para convenir que esa tropa es un mecanismo al uso y que no son vándalos sin nombres, sino una fuerza de choque que llena ocasionalmente su cometido. La UASD es un santuario de cosas malas, y lo viene siendo desde hace un tiempo largo, luego que dejara de ser un reducto de grupos de izquierda que tenían por misión hacer la revolución. Pero la UASD no solo falla en el combate contra el terrorismo interior, sino que tampoco en la depuración o corrección de sus faltas administrativas. Después de la huelga de profesores, y como parte de la negociación que dio solución al impasse, se acordó reducir nómina, de manera que el presupuesto fuera suficiente para cubrir sus necesidades y no para financiera un clientelismo inexplicable y sobreabundante. Los días pasan, y nada.

DESDE ANTES.- El caso de la UASD, que sube a la mesa del debate de tiempo en tiempo, no es único. Aunque sí en el tratamiento social y manejo institucional. La UASD es el muchacho malo al que todo se le consiente, y es una de las tantas ventanas rotas. Por ejemplo, si el muerto de las elecciones de la Fed fuera responsabilidad de la Policía Nacional, la presión de los medios, de las entidades de Derechos Humanos y de la población en general no cesaría. Como el caso corresponde a la UASD, al muerto con tierra basta. Y no debiera ser así. El país asume las situaciones una a una, y no advierte la gravedad de solo ver el árbol y no ampliar la mira y fijarse en el bosque, en que las mutaciones de flor y hoja se dan de manera permanente. Ahora es Odebrechet y los sobornos, y de esa se saldrá por las buenas o por las malas. Sin embargo, más que evidente como se escurre el bulto de las sobrevaluaciones. Hay que írsele arriba a la constructora brasileña y que no se salven ni ella ni sus socios nacionales. Aunque sin olvidar lo principal: los sobornos y sobre todo las sobrevaluaciones existían antes de Odebrecht.

SOBREVALUACIÓN.- Traigo este aspecto al tapete, porque se confunden las tramas e incluso situaciones recientes. El affaire de Felucho Jiménez con otros dos miembros del Comité Político (Reinaldo Pared y Franklyn Almeyda) no fue por una obra de Odebrecht. Era de un constructor dominicano, al que no se menciona, y que tal vez no venga al caso. La discusión se fue por la tangente: que cambió de ruta, que unir dos aeropuertos, que llegar hasta la zona de los hoteles, etc. Esa, sin embargo, no era la cuestión. Era la sobrevaluación. La diferencia de montos. Los dimes y diretes cesaron, pero no las murmuraciones. Incluso el objetivo personal, político, partidario, sigue intocado e intocable. Se irá por parte, y primero Odebrecht y los sobornos, pero si se quisiera cortar la yerba mala y echarla al fuego, habría que hoyar más hondo. Las obras públicas en sentido general, aunque en el patio de la Casa Nacional un compañero, casi con miedo, habló de los túneles y los elevados. Pero ¿cuáles? No, no, no, los de antes.

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