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EL BULEVAR DE LA VIDA

PLD, la posverdad y Pandora

EL REINADO DE LA POSVERDAD Cuando el pasado miércoles los jóvenes de Beers & Politics me invitaron a conversar sobre “La opinión pública en la era de la posverdad”, pude titular mis palabras como García Márquez tituló su novela: “El amor en los tiempos del cólera”. El santo amor vendría a ser la opinión pública, mientras que la posverdad sería el cólera, la terrible enfermedad que amenaza al periodismo, a la política, la democracia y hasta la paz mundial. Si la lucha por alcanzar la verdad no es el norte del periodismo, es que estamos perdidos, “ahora sí que somos pobres”. Recordemos la sentencia la Sra. Viner, directora de The Guardian: “Cuando no hay consenso sobre la verdad ni manera posible de alcanzarlo, el caos no tarda en llegar”. Y en eso estamos.

“COMO UN DOGMA DE FE” Sin filtro, masaje ni disimulo, hemos pasado de la falta de libertad de expresión en las dictas duras o blandas, a la libertad absoluta de difamación en la posdemocracia en apuros. Sin darnos cuenta, los dominicanos nos hemos instalado en el reinado de la posverdad, allí donde el dato, la evidencia confirmada, los hechos objetivos, importan menos que las emociones, las creencias personales y sobre todo los prejuicios, y recuerdo ahora a don Albertico, no Santana sino Einstein: “Es más fácil desintegrar un átomo, que un prejuicio”. Los resentimientos se comen los razonamientos y mandan a morir en el destierro a la verdad. Las deliberadas calumnias del presidente Trump asegurando -sin una sola evidencia- que el presidente Obama había ordenado “pinchar” sus teléfonos, o que el exmandatario es fundador del Estado Islámico, son muestras de este reinado de la mentira hija de Goebells y sus sentencias: “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”. Pero en tiempos de las redes, de Facebook y sus algoritmos, el desmentido no tiene sentido si el destinatario ha decidido creer la mentira como si un dogma de la fe católica fuera.

¿PUERTAS AL MONTE? Es en medio de este escenario de posverdad y “premuerte” de la mínima decencia en el debate político mediático del país, en donde Félix Jiménez, miembro del Comité Político del PLD acaba de declarar -sin ser víctima de ningún sicario de la posverdad-, lo que sigue, y ahora cito: “El aspecto esencial es que ha habido compañeros que han metido la mano, y yo creo que es verdad que hubo sobrevaluaciones de obras. Yo creo que los 92 milloncitos de dólares (en sobornos) es lo de menos”. Y dijo más, el exministro de Turismo y actual presidente de la estatal REFIDOMSA: “De un tiempo acá, hay unos turpenes que no solo roban, sino que se sienten infelices si no exhiben lo que roban”, y por ahí siguió, y qué bueno. Por supuesto, que el veterano político y servidor público aclaró que nadie tiene derecho a pensar que en el PLD todos los que han sido funcionarios son corruptos. Lo dijo, pero, ¿y ya pa’ qué? Como se dice en las Españas, “¿Y ahora, quién le pone puertas al monte?”

EL PLD y FLAUBERT Muchos años antes de que fuera fundado el PLD y naciera el más joven miembro de su comité político, don Gustavo Flaubert el de la madame Bobary y sus ligas aconsejó: “No le ofrezcas armas al mundo contra ti, porque las utilizará”. Pero no le escucharon, no pueden escucharle los morados. ¿Quién puede argumentar contra tanto éxito electoral durante 20 años? Hablo de un PLD que, sin leer ya ni al Gabo ni a Flaubert, y menos los folletitos políticos de los círculos de estudio, es hoy lo más parecido en sus querellas internas al PRD de finales de los ochenta.

JOAQUÍN SABINA DEMORADO La caja de Pandora, guardada con celo, y dos tenientes en la casa presidencial del PLD, ha sido abierta con una pata de cabra marca Odebrecht, importada de la justicia brasileña. Entonces, están invitados: “Ocupen su localidad”, el espectáculo va a comenzar. Joaquín está demorado pero en camino para, vencido como un partido derrotado de tanto ganar siempre, cantar “Lo niego todo” (“incluso la verdad”), y llorar con “Lágrimas de mármol”; al fin, si me tocó bailar con la más bella, bebí para olvidarlo. Con su permiso.

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