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EN LA RUTA

Maldita delincuencia

Cual si fuese el drama de nunca acabar, las garras de la delincuencia siguen haciendo estragos al cuerpo social del país. Los eventos criminales y que en algún momento las esferas oficiales tildaron de percepción, se reproducen con pasmosa continuidad y de forma irreverente.

En menos de una semana la prensa registra más de media docena de muertos y heridos en acciones delictivas, donde la maldad de los antisociales hace burlas a las explicaciones estadísticas, y donde sin respetar siquiera los símbolos del respeto, no parece detenerse ante nada ni nadie.

Los robos, asaltos y atracos se producen sin importar la hora, el día ni el lugar. No hacen distingo de si la persona es militar, civil, hombre o mujer, tampoco si hay vigilancia, cámaras de seguridad, o si la víctima puede estar armada o con capacidad de respuesta.

En el lapso descrito fue asesinado en Villa Mella, provincia Santo Domingo el sargento policial Neudy Alcántara Batista, a quien le quitaron su motocicleta y lo despojaron de su arma; en la comunidad Maizal, Valverde, fue muerto el comerciante Genaro Ovalles y los delincuentes también balearon a su hijo menor de edad.

Al vigilante Ramón de la Rosa lo mataron en Bella Vista, Distrito Nacional, para quitarle la pistola cuando hacía servicio; mientras que en Barahona al cobrador de guagua Argenis Joaquín Peña le dieron muerte para llevarle su passola. El caso más reciente fue ayer en el sector Evaristo Morales de la capital, cuando en la persecución a dos delincuentes en fuga, la señora Delci Yapor recibió un tiro mortal mientras transportaba a dos niños al colegio.

Consecuencia de la criminalidad que toca a una persona inocente y nos recuerda lo sucedido con la ingeniera Francina Hungría cuando en noviembre del 2012 atracadores también perseguidos le balearon el rostro para arrebatarle el vehículo dejándola ciega. Sucesos que muestran la indefensión de la ciudadanía ante una delincuencia desafiante y recurrente, que armada y en la mayoría de casos motorizada, mantienen en zozobra a la población. La situación es gravísima y reclama de acciones urgentes. A grandes males grandes remedios, y si no se le devuelve la seguridad a las calles no habrá tranquilidad en la nación. La gente no toca los cables eléctricos porque sean blancos azules, negros o rojos, sino porque dan corriente y ya no podemos seguir tratando un cáncer con aspirinas.

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