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ORLANDO DICE

Beneficio repartido

OTROS ASPECTOS.- Ahora que Odebrecht es la peor desgracia política y moral del continente, se refieren situaciones que igual fueron graves, pero que no fueron denunciadas en su momento. Lo económico y la competencia, por ejemplo. La principal cuestión eran los sobornos, y los sobornos no solo eran pase de dinero, sino financiamiento político. Gobierno, partido, candidato. Un negocio que se hacía por debajo de la mesa, con disimulo. Pero estaban las sobrevaluaciones, y cada obra era multiplicada en su costo y el beneficio repartido. Y el hecho no era a escondidas, sino incluso reconocido en los discursos de inauguración. Fuera del funcionario o del contratista. Nadie se preguntó entonces por qué esa presa, ese acueducto, esa vía, ese puente, sobrepasaba el presupuesto y se pagaba sin chistar. Ahora se quiere auditoría, y los interesados se desgarran las vestiduras, pero ocasión hubo y nadie se intrigó. Y cuando se hace la comparación, el dinero de diferencia era para levantar dos o tres obras parecidas. Y lo que pudo ser excepción, norma, y como se dice en los campos: más cara la sal que el chivo…

ACABÓ CON TÓ.- Odebrecht no fue una empresa que vino a hacer un trabajo, sino que llegó para quedarse, y lo suyo, más que contrato, fue ocupación pacífica, pues no tuvo que disparar un tiro, sino tener la chequera dispuesta. Como el Barbarazo del conocido merengue, “acabó con tó”. Lo interesante del caso es que los afectados nunca dijeron esta boca es mía. Guacanagarix no solo paciente, sino resignado. Ahora, como al dedo malo todo se le pega, y ningún dedo más malo que Odebrecht, se queja. No protesta, se queja, e incluso de manera asordinada. Odebrecht, con las colindancias conocidas, provocó la quiebra de las constructoras nacionales. Sin nada que hacer se fueron consumiendo, o para mantenerse, aceptando pequeños trabajos. Las sobras que dejaban caer de la mesa. Esas compañías, muchas de ingenieros peledeístas, vieron con asombro, con rabia, con impotencia, como con el fuego que debía corresponderles se calentaba otra sardina. Aunque ese mismo perjuicio explica que entre los peledeístas se repruebe la corrupción y la impunidad y quieran a Odebrecht fuera de juego…

DESAFECCIÓN, DIALÉCTICA.- Se advierte desafección entre peledeístas, incluso de alcurnia, pero también opera la dialéctica, que es menos emotiva, menos personal, y más de circunstancia. Si la dirección del PLD, conociendo las situaciones que se daban entre sus miembros, no fue capaz de actuar, de controlar, de poner freno, ahora tiene que reaccionar a iniciativa ajena, y hacerlo con apremio, pues la calle – en todas las ocasiones -- no puede esperar. Podrá decirse todo lo que se quiera de Felucho Jiménez, pero la flecha ya no está en el aire. Tiene destino, cabeza, nombre, y hasta grupo. O hace la incisión en sala de primera, con buenos equipos y facultativos diestros, o la operación se hará en condiciones de patio. Nada de bisturí, sino con cuchillo de cocina, infectado de todos los rencores. No es posible gobernar tantos períodos de corrido sin consecuencias. Hasta los ángeles del cielo se descarrían, y se les creó un espacio sin bondades, con mucho fuego: el infierno, donde al parecer no sufren tanto, puesto que incursionan en la tierra que fue pensada como Paraíso...

DETALLES ÍNTIMOS.- Reinaldo Pared respondió a Felucho Jiménez, y llevó su reacción a otro contexto, más íntimo, pero con mayores riesgos, pues más que evidente la participación o el beneficio del sector privado en decisiones de Estado. Fue la cuestión secreta, si la autovía unía hoteles o aeropuertos, aun cuando se inflaban los presupuestos. En principio la arremetida tuvo su efecto, puesto que Jiménez tuvo que salir de nuevo al escenario, y no para recibir los aplausos de la concurrencia, sino para aclarar. Habló de sobrevaluaciones, no de sobornos, sin darse cuenta de que, del mismo que el guardia antes leía al revés, el civil de ahora entiende lo que le conviene. Se estaba hablando de sobornos, y todo cuanto se diga, bueno o malo, tendrá que ver con sobornos. Además, pregunta Caperucita, que no conocía las intenciones del lobo hasta que se comió a la abuela, ¿cómo podía el comité Político saber de las sobrevaluaciones de Odebrecht y no de los sobornos? No hagan hablar al lobo, pues lo haría con gusto si se tratara de una “delación premiada”…

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