Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

¡Telúricas “memorias” de Bosco Guerrero!

Aldous Huxley, escribió que los seres humanos constituyen una especie de anfibios múltiples cuya existencia transcurre de modo simultáneo, en media docena de universos radicalmente diferenciados: el molecular y el ético, el fisiológico y el simbólico, el mundo de la experiencia subjetiva -imposible de transmitir- y el mundo público del lenguaje y de la cultura, de la organización social y las ciencias. Capacitados para hablar, pensar y transmitir el conocimiento acumulado de generación en generación, los seres humanos son incomparablemente más inteligentes que el más inteligente de los animalesÖ Aunque existen varios tipos de lenguajes, solamente el hombre posee el tipo de lenguaje, de signos lingüísticos, el cronograma fonético y ortográfico de la palabraÖ Ningún animal puede comunicarse como lo hace el ser humano, a través de la lengua, de la codificación simbólica y la asociación de la imagen y el sentido de las cosas. Marx dijo que el peor de los arquitectos es mejor que la mejor de las abejas, porque el primero es capaz de erigir el edificio en su imaginación antes de levantarlo en la realidad. Pero en toda su diversidad histórica, el ser humano solo puede sostener su epifanía vital narrando su experiencia, su ciclo rotatorio de acontecimientos y situaciones, en el cual, interactúa, florece y se desgarra, sueña y muere. La historia es continua, implícita y voraz como carta de presentación social y humana. De ella no podemos liberarnos impunemente. Todo desgajamiento implica nulidad absoluta del ser, imposibilidad de conectar con el entorno, pérdida de la experiencia como aprendizaje y conocimiento. Por ello, las memorias de los dignatarios y de los hombres sencillos, se escriban o no, son resultantes de narraciones, ajustes de cuentas, práctica social y conflictos derivados de esa lucha frontal de la criatura humana contra el medio, para sobrevivir. Somos amasijos de partículas y sensaciones que la cultura incorpora al entendimiento. Con la vida datada y a merced del azar, la endeble conciencia oblitera el pensamiento lineal, las pinceladas proteicas de la diferenciación en una contradicción perpetua en la cual, los universos que Huxley propuso para explicarnos nuestra condición de anfibios múltiples, adquiere sentido orgánico y sicológico.

Juan Bosco Guerrero, se asoma a la memoria trascendente con inusitado vigor y alta fidelidad de recuerdos. Su obra, “Reflejos de un Espejo roto, memorias y evidencias”, es un fiero levantamiento de imágenes familiares e históricas, que revela los tránsitos existenciales, el cúmulo de ternuras y amores, las plurales vertientes que lo autorizan a narrar, con un estilo fluido que vence las obstrucciones del pasado histórico. Y es que Bosco escribe como habla en el sentido exultante del verbo. Narra como si dialogara con el lector. No escatima situaciones o reveses para plantar su insistente vocación de persistencia y la conquista de sus metas. El testimonio es oportuno en los procesos sociales, en los desencadenamientos y trastornos del viejo orden establecido, así como las corrientes renovadoras del pensamiento crítico. Uno no elige el tiempo en que nace ni las condiciones en que opera su vida, pero si le es permitido, a través del conocimiento y la cultura, asumir las claves epistemológicas de su realidad, la impugnación e identificación, rechazo y asunción de valores ideológicos, nacionales y patrióticos. El autor de estas memorias es escribiente de su época, me da la impresión que lo narra todo, el itinerario humano, social, político y sentimental de su vida que se torna anchurosa, en la medida que atraviesa ciclos, y lo hace con un estilo comunicacional directo sin artificios retóricos, con un dominio de los recuerdos que rehabilita, en las sensaciones y expresiones formales de cada interregno. Por momento parecen coaligarse los escenarios, el autor retorna a espacios prístinos, a escenas de su niñez y adolescencia, y mantiene al lector en una gravedad narrativa que no da tregua, altera la pasividad de la lectura, ese tránsito donde lo expuesto tiende a debilitar la iniciativa temática por acumulación descriptiva, el autor sostiene hechos históricos y saudades, apegos y entonaciones del alma intacta, ese movimiento telúrico y espiritual a la vez, que integra, que asume la totalidad teórica de sus confesiones, con una aura destellante, en la cresta de la ola histórica, como si lo narrado no fuera pasado, sino vivencia aledaña, sortilegio, compromiso, cosas que están sucediendo todavía, en el corazón que no admite la disfuncionalidad de los tiempos vividos y quizás porque alterando las coyunturas y la fases episódicas, la vida humana sigue signada por los mismos sentimientos, urgencias y predicamentos, que hacen de la historia un universo circular reiterativo de pasiones, sacrificios y luchas incesantes. Esa es una virtud del escritor enrolado en sus ideas fundacionales, marcado por la angustia y la alegría de vivir simultáneamente, y es, que nada le es ajeno, brotando en situaciones muy personales de crecimiento y crisol de su vida, los compromisos que marcaron la práctica y el conjunto de decisiones, que forjaron en él, su vocación de servicio y sus responsabilidades humanas y políticas.

Laura Huxley, dijo que en la historia de la humanidad jamás se ha dado una situación de tan precario equilibrio entre las fuerzas constructivas y destructivas. No podemos permitirnos perder ni la más pequeña oportunidad para inclinar la balanza a favor de la inteligencia, la belleza y el amor. En esta noche inolvidable, inclinemos la balanza a favor de este libro, “Reflejos de un espejo roto”, de mi hermano elegido, Juan Bosco Guerrero, que es lo mismo que hacerlo a favor de la inteligencia, de la belleza y el amor.

Tags relacionados