No te olvido
Con el paso del tiempo, muchos encuentran una salida en el cinismo, para evadirse de la realidad y olvidar, que sin los recuerdos dejamos de ser personas, o al menos esas personas a las que tanto extrañamos.
Un día cualquiera te dispones a disfrutar la comida de uno de los mejores chefs del mundo, tu abuela.
De repente, ese día no se acuerda de la receta. Ella, una mujer capaz de valerse por sí misma desde que comenzó a caminar, había olvidado una receta por primera vez en su vida.
Otro día, llueve hasta el punto que te planteas si construir o no el arca de Noé. Pero la ropa está tendida en el balcón y mientras tanto, ella ve la televisión. Cuando te quieres dar cuenta estás sentado frente a un informe médico donde puedes leer “principios de alzhéimer”.
Aquellos sucesos extraordinarios encontraban su porqué. Ella comienza a padecer la enfermedad y tú y toda tu familia comenzáis a sufrir a su lado. Vas a verla con ilusión, pero ese alguien no sabe tu nombre. Después se le olvida quién eres, está viva, pero no es la persona que conocías. Te da besos por mera inercia y abrazos sin más sentido que tu nostalgia.
Deja de valerse por sí misma para depender de su familia. Cada vez que estás con ella tenéis las mismas conversaciones, si tienes pareja, el tiempo o el tráfi co. Te transporta al día de la marmota. Es duro no poder disfrutar con un ser querido de todo lo vivido juntos. Empiezan a surgir preguntas, y llega un momento en el que la familia se plantea qué hacer. Cuidar de ella o dejar que otros lo hagan.
Con el paso del tiempo, muchos encuentran una salida en el cinismo, para evadirse de la realidad y olvidar, por voluntad propia, que sin los recuerdos dejamos de ser personas, o al menos esas personas a las que tanto extrañamos.
Una especie de autoengaño que en estos casos suele asociarse a la falta de humanidad. Por eso, algunos no comparten que te olvides de alguien que no eligió olvidarse de ti.
Rara vez las personas que padecen alzhéimer tienen momentos lúcidos. Como un oasis en mitad del desierto. Durante ese momento fugaz, sabe quién eres, comprende su enfermedad o reconoce donde está. Tú eres Ryan Gosling en el Diario de Noa y ella puede mirarte a los ojos, llamarte por tu nombre y decirte que te quiere y que no te olvida. A lo que sólo se puede responder con cariño y un mar de lágrimas. Uno de esos momentos en los que lloras de felicidad.
EL AUTOR ES PERIODISTA CENTRO DE COLABORACIONES SOLIDARIAS