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FE Y ACONTECER

“Busquen sobre todo el Reino de Dios y su justicia…”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

VIII Domingo del Tiempo Ordinario 26 de febrero de 2017 – Ciclo A

a) Del libro del profeta Isaías, 49, 14-15.

Este texto tomado del segundo Isaías (capítulos 40-56), también conocido como el Libro de la Consolación de Israel. El profeta oye al pueblo desterrado desproporcionar su infortunio: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”. Con toda propiedad se puede hablar del rostro materno de Dios; algunos hablan del “Padre-Madre Dios”. Aquí se describe el amor providente de Dios con la imagen todavía más sublime, si cabe, del cariño de la madre que no se olvida de su criatura. “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”.

Dios es padre y madre; pero, puesto que al hombre hay que hablarle al modo humano, la imagen del padre es la más usual en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento. Esa fue la expresión habitual en labios de Jesús, por eso en la comparación de Isaías cobra fuerza especial el recurso al cariño providente de la madre para referirse a Dios.

San Juan Pablo II, al hablar del amor misericordioso de Dios, usaba la palabra hebrea rahamim, que denota el amor de la madre (rehem signifi ca regazo materno). Dios, como una madre, ha llevado en su seno a la humanidad y especialmente a su pueblo, lo ha dado a luz con dolor, lo ha alimentado y consolado (Cfr. Is. 42, 14; 46, 3-4). Ese amor fi el e invencible, gracias a la misteriosa fuerza de la maternidad, se expresa en los textos del Antiguo Testamento con diversos términos como salvación de los peligros, perdón de los pecados y la prontitud para cumplir la promesa y la esperanza (escatológica), no obstante, la infi delidad humana (Cfr. Dives in misericordia, nota 52).

b) De la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 4, 1-5.

En esta sección de su primera carta a los Corintios, Pablo responde a las críticas de quienes, después de tomar partido por un Evangelizador en particular y por una manera concreta de proclamar el Evangelio, juzgan el modo de actuar del mismo Pablo, juicio que es apresurado, poco fundamentado e inmaduro.

El Apóstol les recuerda que lo importante para él es que lo consideren servidor y administrador fi el de los misterios de Dios, pues los creyentes sólo pueden ser eso y nada más. Por lo tanto, el juicio sobre la forma de servir y administrar de las personas le corresponde únicamente a Dios. Lo importante es el servicio fi el al misterio y la correcta administración de los carismas dados por Dios a los apóstoles. Lo que verdaderamente juzga Dios es la capacidad de servicio y entrega de los anunciadores del Evangelio; lo que a Dios le importa es que seamos misericordiosos y justos con nuestros hermanos, pues en esto se distingue un legítimo apóstol de Cristo.

c) Del Evangelio de San Mateo 6, 24-34.

En este hermoso pasaje de Mateo, el Señor defi ne la actitud del cristiano ante el dinero y la subsistencia material que en él se fundamenta.

Nos parece oír un eco de la primera bienaventuranza, “felices los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”.

Jesús presenta un dilema: “Nadie puede estar al servicio de dos amos… no pueden servir a Dios y al dinero”. El Dios de la revelación es un Dios “celoso”, como se afi rma constantemente, en especial en el Pentateuco y los Salmos. Pero resulta que el dios dinero, también es exigente y cuando se apodera del corazón humano destrona cualquier otra deidad.

Ante la inevitable disyuntiva, Jesús propone la opción de seguir al Señor, abandonándose a su providencia amorosa de Padre. Tal como lo haría un poeta, apoya esta idea en dos bellísimas imágenes de la naturaleza: Si los pájaros del cielo y los lirios del campo son objeto del cuidado de Dios que provee gratuitamente a su subsistencia, cuanto más lo será el hombre que vale a sus ojos mucho más que ellos.

Asimismo, podemos ver claramente que Jesús hace una doble invitación a sus oyentes: “No se agobien por la vida, el alimento y el vestido” y “busquen sobre todo el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura”. Esta conclusión responde a la actitud básica del cristiano, seguidor de Cristo. El aviso se dirige tanto al rico a quien le sobra, como al pobre a quien le falta, y que puede ser esclavizado por la obsesión del tener.

El Señor no dice busquen “únicamente”, sino busquen “sobre todo” el Reino de Dios; con lo cual no excluye lo demás, pero lo coloca en un segundo lugar. Jesús sabe que necesitamos ganarnos la vida con diligencia y trabajo, pero descubriendo a cada paso la providencia de Dios y confi ándonos totalmente al Padre, sin angustia obsesiva por la adquisición de cosas.

Jesús continúa su utopía o ideal de radicalidad, el tema de la riqueza y la pobreza es cardinal en su enseñanza, aunque a más de uno su lenguaje le parezca un romanticismo profético.

La jerarquía de valores que establece choca frontalmente con la sabiduría y la mentalidad de nuestros “sensatos” criterios mundanos el dinero, el tener y el consumismo que en él se fundamentan han venido a constituirse para muchos en el sucedáneo de la auténtica religión.

Desde siempre, y hoy más que nunca, se rinde culto al dios dinero con verdadero ritual de sacrifi cio al ídolo tirano, todo se le sacrifi ca en su altar: trabajo, salud, principios éticos, familia, amistad, éxitos y felicidad.

Todo con tal de triunfar, tener cosas, infl uencias, éxito personal, apariencia social, poder de consumo para lo necesario y lo superfl uo, diversión y disfrute de la vida.

Cuando nuestra actitud personal ante el dinero desplaza a éste de ser medio de subsistencia digna y humana para convertirlo en fi n obsesivo de nuestra vida, empezamos a soldar los eslabones de la cadena que nos ata a la tiranía del ídolo.

Por eso la disyuntiva planteada por Jesús sigue siendo válida, no podemos servir a dos amos excluyentes como son Dios y del dinero. La invitación de Jesús es invitación a vivir en libertad, como hijos amados del Señor.

La propuesta de Jesús es clara y categórica. Dejemos de ser siervos del dinero y esclavos de nosotros, para servir al Señor con alegría. Confi ados en su Providencia, repitamos la oración del Señor: “Venga a nosotros tu Reino y danos hoy nuestro pan de cada día”.

Este domingo se concluye la primera parte del Tiempo Ordinario, que retomaremos después de las Fiestas de la Pascua del Señor, acojamos la invitación a la conversión que nos hace el mismo Jesucristo y dispongámonos a vivir la Cuaresma con un corazón verdaderamente contrito y humillado. Confi ados en la providencia divina sirvámosle con fi delidad al único Dios y Señor.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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