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ENFOQUE

El Presidentismo

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Mario Dávalos P.Santo Domingo

Honestismo es un término acuñado por el periodista argentino Martín Caparrós en 2013.

“Honestismo, sust. mas. sing... argentinismo: La convicción de que -casi - todos los males de la Argentina actual son producto de la corrupción en general y de la corrupción de los políticos en particular”, define el autor.

Es sencillo importar este concepto a la situación actual en República Dominicana, donde pareciera que el discurso anticorrupción es monotemático. Pero Caparrós va desmontando, no la validez del argumento, sino su relevancia dentro del panorama político.

“La corrupción existe y hace daño. Pero también existe y hace daño esta tendencia general a atribuirle todos los males. La corrupción se ha transformado en algo utilísimo: el fin de cualquier debate”. De nuevo la tenacidad del periodista parece criolla, la vigencia de su análisis es contemporánea.

Por supuesto que la corrupción es dañina, esto no está en discusión, pero apuntar a todos los cañones, sembrar todas las culpas y hundir todas las uñas debajo de esa carne, es peor. Esta ceguera sociopolítica evita que discusiones urgentes e importantes tengan un espacio en la tarima nacional y que las posiciones ideológicas participen de las mismas. El honestismo aniquila la discusión porque no deja espacio para problemas estructurales ni institucionales, sino que asume la corrupción como el único causante de la desgracia.

Dice Caparrós: “La honestidad puede no ser de izquierda o de derecha, pero los honestos seguro que sí. Se puede ser muy honestamente de izquierda y muy honestamente de derecha, y ahí va a estar la diferencia”.

Más adelante continúa con una de las frases más lapidarias: “El honestismo es la forma de no pensar en ciertas cosas, un modo parlanchín de callarse la boca. Cuando no hay ideología, la idea de la decencia y de la ética parecen un refugio posible”.

Sin embargo, en el escenario dominicano habría que agregar otro tipo de ceguera, también sociopolítica, conveniente y dañina: el presidentismo.

Presidentismo, sust. mas. singÖ dominicanismo: la convicción de que todos los males del país, todas las decisiones y todos las acciones del Gobierno, son responsabilidad absoluta del Presidente, sin hacer diferencia entre instituciones o poderes del Estado.

Cuando se contempla la historia dominicana desde la óptica de una puesta en escena, mirando los actores políticos como los define Luis Arroyo, como protagonistas, héroes o villanos de una narrativa constante, y como “actores cuyo desempeño depende no tanto de lo que hacen como del resultado final de su representación”, es fácil entender la razón de este fenómeno en RD. Trujillo y Balaguer gobernaron de manera puramente paternalista. Eran ellos y sólo ellos que premiaban o castigaban y eran sus dedos los que movían todos los hilos y sepultaban todas las instituciones.

El presidentismo es quizá el peor de los trujillismos que hemos heredado, porque vive en el subconsciente colectivo plantado como una verdad absoluta que da la vuelta a toda actividad social y económica; a toda representación del poder. Desde el “¡Jack Veneno, dame un salami!”, hasta la narrativa construida por el expresidente Hipólito Mejía con “Llegó Papá”, esta última quizás la evidencia más clara y literal del paternalismo que alimenta esta tradición presidencialista.

El fallo de un juez: es culpa del Presidente.

La imprudencia de un senador: es culpa del Presidente.

La multa de un AMET: es culpa del Presidente.

La acción de un asaltante: es culpa del Presidente.

La desfachatez de un chofer: es culpa del Presidente.

Si el “honestismo” nos imposibilita de tener debates reales, el “presidentismo”, esa nefasta tradición de atacar la figura del Presidente por todos los males dominicanos, nos incapacita de ver el origen de los problemas estructurales en las diferentes instancias de gobierno, en el manejo del poder político y en nuestra relación con el Estado.

Como me comentó un día una amiga muy querida: “¿Por qué buscar soluciones si podemos buscar culpables?”.

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