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La marcha

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Pese a nuestros viejos males y fragilidades institucionales, no creo que en nuestro país todo esté podrido ni perdido, como piensan y proclaman muchos. Por más que la degradación social y falta de control de parte de los órganos públicos avance, siempre se puede hacer algo para evitar el colapso total.

Abogar por la transparencia en el desempeño público y porque haya sanción para todo lo mal hecho, incluyendo la mucha corrupción del sector privado, debe ser un esfuerzo colectivo, que nadie asuma con aire de protagonismo. Si desde alguna instancia ofi cial se da algún paso a favor de la trasparencia, y en búsqueda de iniciar una cultura de sanción, como ha hecho el Procurador de la República, Jean Alain Rodríguez, y ha dicho el ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo (que escribió que el Gobierno está del lado de la transparencia, de la ley y de los dominicanos que quieren que la justicia triunfe en RD), no debemos satanizar ni descalifi car esos anuncios o esfuerzos, sino tomarle la palabra. Aunque algunos quisieran de inicio ver cabezas rodar o la sangre correr, creemos que el solo hecho de obligar a Odebrechet a devolverle 184 millones de dólares al Estado dominicano es un buen avance. Poco –o nada- se ganaba con decir que el objetivo del acuerdo lo que buscaba era “desactivar” la marcha del domingo, muy concurrida, y que, por cierto, no debería ser tomada por los convocantes como excusa para un “envalentonamiento”, ni tratar de crear de un clima innecesario de inestabilidad social en el país. Porque la marcha, como la lucha por la cultura de la ley -que debe ser tarea de todos- no debe estar dirigida o sesgada contra el gobierno de turno, sino contra las malas prácticas y la impunidad, en todo momento.

De ahí que la actividad debe servir de llamado de refl exión al Gobierno, que tiene aquí algún contrapeso, pero especialmente a los partidos políticos, todos, muchos de cuyos dirigentes se han desconectado de la realidad de la población y de su propia gente. La iniciativa, si no se desvía, es buena, lo malo –y penoso- es que entre los convocantes había gente sin calidad para protestar contra algo por lo que ellos, alguna vez, debieron ser sancionados (¿).

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