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Con mi blusa verde

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Para mañana domingo está programada la “Marcha contra la Impunidad”. Es una incógnita aún, cómo resultará. Si habrá o no incidentes, y si la cantidad de participantes responde a las expectativas creadas.

Lo que yo sé es que asistiré, vestida de verde, con la esperanza a tope, para dar junto a los demás ciudadanos que marchen, respuesta a la estrofa de Salomé Ureña que nos interpela: “¡Patria desventurada! ¿Qué anatema/cayó sobre tu frente? Levanta ya de tu indolencia extrema:/ la hora sonó de redención suprema/ y ¡ay, si desmayas en la lid presente”!

Como cuerpo humano que se fatiga en un sendero escarpado y se tira en el suelo agotado, el cuerpo social dominicano yacía hace tiempo en una “indolencia extrema”, esa anomia moral, ideológica también, que mantiene la nación aletargada.

Como el poema, por tantos años atribuido a Bertolt Brecht, cuando era de Martin Niemoeller, decíamos, “no es con nosotros” ante cada nuevo abuso, anestesiados por el egoísmo, la complicidad, o el miedo a los cambios. Queríamos creer que el robo, el atropello, el despojo, llegaría solo a la casa del vecino.

Pero, igual que un cuerpo humano que con un latigazo despierta y elije nueva ruta, el cuerpo social dominicano se ha erguido sacudido por la impunidad que da “carta blanca” a todos los delitos.

En un deslumbramiento, advertimos que nuestras desigualdades no vienen del cielo, sino que los que nos toca por derecho humano y ciudadano, atención sanitaria, educación de calidad, pensiones justas, se lo llevan entre las uñas los ladrones, los de cuello blanco, avariciosos, los que se dejan sobornar o reclaman previamente la coima, porque la impunidad los protege, los resguarda, los blinda.

Si el anatema de que habla la poeta, nos convirtió en un pueblo yacente, la “hora suprema de la redención” llegó. Las voces justicieras tocaron a rebato convocándonos a levantarnos y a marchar, iniciando así la “lid presente”.

Marchar contra la impunidad es reivindicar derechos humanos y ciudadanos; es proteger el patrimonio nacional, desvalijado por corruptos impunes, es impedir que sigamos siendo un país desprestigiado con uno de los más altos índices de corrupción; es sobre todo, lo digo desde mi corazón de maestra y de abuela, asumir el compromiso de preservar para las jóvenes generaciones, valores, que se extinguen.

“La hora suprema de la redención” llega siempre a los pueblos oprimidos, por otros más fuertes, o secuestrados en su desarrollo y su institucionalidad por mañosos internos, seguros en su maldad y su dolo por la impunidad que los cubre, los hace intocables.

La marcha de mañana no es, como afirman algunas “bocinas”, una conspiración contra el orden constituido. Ha sido promovida públicamente, no conozco ninguna conspiración indiscreta y tan de cara al sol, todas son clandestinas. Esta marcha surgió de una cabina de radio, como eco de los indignados, interpretados por unos comentaristas de diferentes filiaciones, todos honestos. Y en oleadas, creciendo, hizo reencontrarse a sectores sociales disímiles, opositores políticos y peledeístas que mantienen en su conciencia las enseñanzas de don Juan.

Nadie piensa en este país, no conozco a ninguno en derrocar al gobierno. Recordando una frase de los 12 años aquellos, creo que lo queremos, quizás utópicamente es “llevar al gobierno a su legalidad”.

Lo que se demanda es que los jueces sean jueces de verdad, ni presionables ni comprables. Que no haya condenas solo para el que roba un pollo, sino para el que recibe sobornos de millones de dólares, y en el caso concreto de Odebrech, NUESTRO GOBIERNO, que se supone es de TODOS, no vea como conspiradores a los ciudadanos que queremos que se actúe como en Perú, Colombia y en otros países donde ya están apresados, o sometidos sobornados y “sobornantes”.

¿Es conspirar, desear y pedir que el Gobierno actúe con severidad y a la vez con inteligencia política, y facilite que se encause y se sancione a quien sea el que haya delinquido, aunque sea uno de su cofradía, siguiendo el principio bíblico de cortar el miembro podrido para salvar el cuerpo?

La marcha, todavía hoy, es una incógnita. Yo quise por lo menos, despejar la mía. Ya dije que iré, con mi blusa color verde de esperanza, agrego que marcharé cantando desafinada la parte del Himno Nacional que creo que responde a Salomé: “Mas Quisqueya la indómita y brava”, siempre altiva la frente alzará; Que si fuere mil veces esclava, Otras tantas ser libre sabrá”.

Con la marcha, iniciamos los primeros pasos para ser libres de la impunidad. ¡Marchemos!

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