Diez por ciento

En los pueblos abundan unos personajes que se destacan ya sea por su sabiduría popular, aprendida de las conductas que observan de otros, o por sus propias experiencias que desarrollan con habilidades propias. Por ejemplo, en mi pueblo hay uno que le llaman ‘Diez por ciento’, que trabajó durante largo tiempo con unos tíos como muchacho de encargos o mandados. Nunca lo llamé por su nombre de pila de Arsenio, quizás lo de su apellido Fortuna lo hizo merecedor de ese sobrenombre o tal vez por la comisión que exigía de la labor que realizara, sea cual fuera.

FranÁois-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, escritor, historiador, filósofo y abogado francés, que por cierto no gozaba de mucha aceptación en círculos eclesiásticos, en una ocasión se le ocurrió escribir, “me gusta apasionadamente escribir verdades que otros no se atreven a decir”; pero también decía que “un escritor debería residir cerca de la frontera para ponerse a salvo en otro país a la primera alarma”. Lo anterior viene a cuento por lo dicho de un embajador polifacético -ya de salida de su misión como diplomático- de un país primermundista en un discurso por ante un nutrido grupo de “americanos comerciantes” de que “partirá en busca de nuevas aventuras”Ö; informando, probablemente fuera de contexto, que muchos locales quieren seguir con los ojos cerrados y pretender que la comunidad LGBT no existe en su país; estimando que el 10% de la población local es parte de esa comunidad; y que el 10% de la población es lesbiana, gay y bisexual.

Aunque el representante diplomático no citó o mostró ningún estudio confiable que demuestre esa estadística, calculó que si la población actual del país masculina (50.2%) y femenina (49.8) según las últimas estadísticas que es de 10,715.845, tendríamos la cifra de 1,071.584.05 que tiene esta tendencia sexual. Confesando además el representante diplomático, que es un misterio que nunca entenderá refiriéndose al comportamiento nada aceptable de los locales sobre ese tema.

Si la palabra es acción, lo es más antes de ir a un lugar, cerciorarse de que un altísimo porcentaje de la población local es cristiana, y por tanto, renuente a aceptar uniones atípicas, que no tienen un fundamento desde la moral cristiana.

En verdad, aquel que esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero lo que habría que ver es quién lanzó la primera piedra de la provocación.