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ASUNTOS DE DERECHO

¿Mataste a la hija del cabo?

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MATÍAS MODESTO DEL ROSARIO HIJOSanto Domingo

El lector juzgará por sí mismo el siguiente relato. La hija de un cabo de la policia, de unos quince años, había sido asesinada en condiciones atroces cuando acababa de salir del domicilio paterno para ir a la escuela. Después de abusar de ella, un hombre le había asestado una cuchillada. La prensa habló abundantemente de aquel crimen abominable y todos los policías querían detener al asesino. Cada vez que apresaban a quien había tenido cuentas con la justicia o comprobaban la documentación de un vagabundo, no dejaban de interrogarle sobre el empleo del tiempo en la fecha del crimen. Un día, interrogaron a un muchacho al que designaré tan solo por su inicial “H”. Su documentación no estaba en regla. Le hicieron la pregunta ritual: ¿Fuiste tú quien mató a la hija del cabo? Y frente al cansancio y a la insistencia policial, confesó inmediatamente. Llevado a la cárcel y cuando le ponían las cadenas, se retractó, protestando enérgicamente sobre su inocencia y firmando su retractación. La sentencia fue casada por vicio de forma y el hombre enviado ante otro tribunal de lo criminal. El día en que habían asesinado a la desventurada muchacha, nuestro hombre trabajaba como peón agrícola en casa de un granjero a unos cincuenta kilómetros de donde se había cometido el crimen. El dueño aseguraba que su peón estaba todavía en la granja a las ocho de la mañana. La muchachita había abandonado el domicilio paterno a las 8 horas y 45 minutos. El lugar donde había sufrido la agresión se encontraba a unos diez minutos del domicilio de sus padres y a cinco de la escuela. Había sido asesinada, por lo tanto, a las 8,55. Dato éste, que confirmó una persona que había oído gritos aquella hora. Si “H” era el verdadero culpable hubiera sido preciso que recorriera cincuenta kilómetros en cincuenta y cinco minutos, pero no disponía más que de una vieja bicicleta y hubiera tenido que establecer un “récord” sobre una de esas carreteras empedradas como las que se encuentran con frecuencia en las regiones del Norte. Solicité al ciclista Roger Lapébie, entonces en el apogeo de su gloria, que intentara la experiencia. Un alguacil le siguió en un automóvil para establecer la comprobación. El campeón se empleó a fondo, Pero a pesar de todos los esfuerzos, no le fue posible conseguir la marca. El presidente del tribunal, insistía en que “H” había suministrado detalles perfectamente comprobados a partir de su primer interrogatorio. Planteaba la misma pregunta al acusado: ‘¿Cómo pudo usted dar tal precisión?’ Y el hombre solo respondía: Vi la fotografía en el periódico.

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