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Tiempo para el alma

“No pongas tu confianza en los que mandan, ni en el mortal, que no puede salvarte; no bien se le va el alma, vuelve al polvo, y ese día se acaban sus proyectos”. Sal. 146: 3, 4.

Poner tus ojos, tu esperanza, tus anhelos, tus deseos en un ser humano es tan riesgoso como dejar un baúl con diamantes en una estación de autobús. Nuestra capacidad de visión debe ir más allá, trascender nuestras limitaciones humanas. Nuestra visión debe ser más ambiciosa, en el buen sentido de la palabra. Si pensamos solo en lo que nos puede satisfacer en términos materiales, intelectuales, profesionales, sociales, económicos, llegaremos tan lejos como nos lo permita la orilla del río. Si ponemos nuestra confianza en nuestro Dios, nuestra alma no solo cruzará el río, también los océanos, los continentes, la vida misma. No dejemos que aquello que nuestros ojos pueden ver ponga límite a la infinitud de nuestra alma.

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