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Rodolfo Hinostroza

Cuando adquirí el libro Fray Luis de León San Juan de la Cruz, ‘Poesías Completas’, de la colección Clásicos Universales, en un festival de poesía en Nicaragua, no salía de mi asombro al comprobar que esos versos, que habían atravesado la esencia misma de la raíz lírica más profunda, eran cuantitativamente breves (menos de doscientas páginas). Con la muerte del poeta peruano Rodolfo Hinostroza surgió de mi biblioteca su poesía completa, con menos de doscientos cincuenta páginas, publicadas en la Colección Visor.

¿Quién es Rodolfo Hinostroza y por qué mi conmoción ante su deceso?

En realidad ese impacto sólo tocó a lo que llamó Juan Ramón Jiménez, una inmensa minoría.

Las redes sociales tampoco lo pusieron a competir con las grandes estrellas del espectáculo, ni con el temor ante el probable triunfo de Donald Trump. La noticia se hizo presente únicamente en la república de las letras.

El libro ‘Consejero del Lobo’, le abrió los senderos hacia una de las poéticas más originales de la literatura peruana.

Cuando su obra ‘Contra Natura’ publicada en Madrid en 1971, ganadora del Premio Maldoror, sacudió los cimientos del quehacer poético de la época, quienes éramos jóvenes escritores durante ese periodo, recibimos ese texto como lo que era, una extraña escritura auténtica que se apartaba de los bordes para establecer su arquitectura estructural.

Probablemente no superó con Memorial de Casa Grande a Contra Natura, su libro fundamental, pero completó una trilogía que se aposentó en el espacio privilegiado del genuino decir.

Pasó por nuestro país en la Feria Internacional del Libro del 2007, percibido por quienes saben que el arte poético después de Darío y los fundadores de la poesía latinoamericana, ha continuado su fecundo trajinar con autores como Rodolfo Hinostroza, quien nos dice:

Oh César, oh demiurgo,/ tú que vives inmerso en el Poder, deja/ que yo viva inmerso en la palabra./ ¿Cantaré tu poder? ¿Haré mi SMO?/ ¿Proyectaré slides sobre la nuca de mis contemporáneos?/ Pero viene tu adjunto/ sosteniendo que debo incorporarme al movimiento/ si no, seré abolido por el movimiento./ No pasare a la Historia, a tu/ Historia, oh César. 80 batallones

/quemarán mis poemas, alegando que eran inútiles y/ brutos./ No hay arreglo con la Historia Oficial./ Pero mis poemas serán leídos por infinitos grupos de/ clochards/ sous le Petit Pont/ y me conducirán a los muslos de Azucena/ pues su temporalidad será excesiva/ cosa comunicante./ Sous le Petit Pont/ hablando del Tiempo sin implicaciones políticas/ corre el Sena, río de cerezas, río limpio,/ y hacia las seis de la tarde las cosas se naturalizan/ y no conseguirás oh César/ que yo me sienta particularmente culpable/ por los millones de gentes hambrientas.

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