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PUNTO DE MIRA

Las sospechas me acosan

Siempre tengo sospechas que caen en lo ignoto. Pero bien podrían ser en una cuenta bancaria o tenaz inocencia. Son indicios que me lleva a sumir el pensamiento debajo de las noticias. Lo cierto es que de tantos desengaños ya sospecho la culpabilidad de cualquier sombra.

En ese rango de desconfianza tengo a los tardos en declarar sus bienes, las sentencias de jueces provisionales o los defensores de los derechos humanos. Debía desglosar o desenrollar este rol para hacer más comprensivo este soliloquio que se manifiesta posterior a las crónicas. No son propiamente nauseas pero se reflejan como contracciones estomacales que van al cerebro y viajan como interjecciones. A veces tienen timbres graves o agudos, como latigazos soeces.

Frente al teclado trato de ser cauto. Desconfió de la sonoridad a la que me quiere llevar el pensamiento emocional. Lo eludo aunque a veces me contamina. Trato de ser moderado porque todos somos inocentes hasta prueba en contrario. Pero la percepción me presiona a la condena. No es justo, lo sé, pero soy humano y tengo estos desvaríos. Creo ver pillos cuando únicamente son ramas noticiosas que mueve la brisa.

También digo que la falta de declaración de bienes es mal indicio. Es como río que espera aguas turbias para aumentar el caudal. Desde que se anunció el plazo fatal para figurar en la nómina del Estado los lentos corrieron a poner sus cuentas claras. El régimen de consecuencias aún es flojo, pero algo es algo. Otro caso son los defensores de derechos humanos. Tengo el sabor amargo que defienden causas con titulares asegurados o son estimulados bajo la mesa para defender delincuentes. Ahora hablan francés. Se amenaza con demandar al Estado por violación contra un ciudadano involucrado en el ingreso de un alijo de drogas. Además, luego de una visita a un penal, alarman con posible motín por la presunta inconducta de un ex policía preso allí. Tengo una ringlera de sentencias de jueces suplentes que me ponen al borde un soponcio. En muchas de ellas se nota la mano de un sabichoso. No es que sea caniquinoso, pero en la justicia hay más de un agallú en busca de sus navidades. La Suprema ha dado ramplimazos pero no basta con esos cacazos. Habrá que contratar al policía Ripley o darles tingola en salva sea la parte.

Hay un tufo a bandidos.

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