Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EL BULEVAR DE LA VIDA

La Paola no ha llegado (“Laura ya no vive aquí”)

LA CORRUPCION Por nacional padecimiento, los dominicanos sabemos que en nuestro país la corrupción ya no es solo cuestión de las élites político-empresariales de siempre -en su inteligente modo de reciclarse de generación en generación-, gracias a que los partidos que han administrado el Estado desde que en 1978 comenzamos a hacer pininos en esto de la democracia, se han encargado de socializarla, y de ampliar el número, los montos y el alcance de su dones y dotes. Esos partidos, no sólo fueron incapaces de frenar la corrupción que lideraban las élites postrujillistas ya citadas, sino que la aumentaron o, digámoslo mejor: la democratizaron. No cerraron el bar, (ni siquiera el de la esquina de Sabina), ni terminaron la fiesta, sino que se sumaron a ella con grito andaluz incluido: “A vivir que son dos días”. Tan eficiente ha sido esa “democratización de la corrupción”, esta entronización infeliz de la impunidad, que hoy gran parte de los dominicanos está convencido de que el único pecado sin perdón es la pobreza; y lo que es peor: las escuelas, las élites empresariales dominantes, los partidos, las iglesias, los medios de comunicación, entre todos -unos más que otros- hemos enseñado y convencido a nuestros compatriotas de que si no tienes no eres, no existes, no importas... y ya ven los resultados.

LOS RESULTADOS La incertidumbre nos devora. Desconfiamos los unos de los otros en el barrio, el residencial, la torre o la esquina, mientras el país se arrabaliza institucionalmente y si lo duda, mire hacia el semáforo de su esquina. Durante las dictas duras y las blandas, el mal nos acechaba, el oprobio maldecía, pero por lo menos nos quedaba la utopía, la feliz esperanza de algún día encontrar el camino y la poesía, “mañana, hijo mío, todo será distinto, y no serán prostitutas las hijas de los obreros”... y dale que te pego. El país avanza materialmente. Pobres somos y seguimos siendo, pero nunca menos pobres que ahora, -materialmente por supuesto-, y hago la aclaración, porque en términos de paz, de convivencia, cómo no ser pobres en un país donde usted puede ser atracado en Villa María a las 7:30 de la noche (frente al colmadón de El Diario, de mi querido GeoChico Jiménez), o en la esquina más “cool” y moderna de Piantini, saliendo de Blue Mall o entrando al bar de moda como a las nueve, por decir.

“NOSOTROS, LOS DE ENTONCES” Llegado 1978, se trataba de vaciar las cárceles de presos políticos, ajusticiar al trujillismo, “herir de muerte a la ignorancia”, construir el país de ciudadanos que soñó don Juan en 1963 y que su Constitución promovía, pero no ha sido así. Ni los otros eran tan culpables, ni nosotros (“los de entonces”) éramos tan inocentes llegada la hora de los hornos, del Presupuesto Nacional y sus mieles, del poder y el aloque que genera. A veces es más difícil sobrellevar con dignidad un gran éxito que un gran fracaso.

“POBRES CON PLATA”. Crece la economía como nunca, mientras se deteriora la convivencia y la seguridad más que siempre. Llenos de miedo, temerosos frente al lago negro de la inseguridad de nuestras calles, en la tortura cotidiana de la incertidumbre en que vivimos, no puede nadie ser realmente rico. Nadie. Como mucho, por Gabo, llamémosle: “pobre con plata”. Créanme. Nadie puede ser ni sentirse realmente rico en el país donde, más temprano que tarde, lleno de miedo, tendrá que hacer la siguiente pregunta a una madre desolada: “¿Mujer, y todavía la Paola no ha llegado?”.

Tags relacionados