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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Las influencias de la antigüedad greco-romana

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Los cristianos también recibieron influencias de la antigüedad greco-romana, es decir, del mundo cultural griego y del romano. Los seguidores de Jesús encontraron un Imperio romano que pretendía dar cuenta de todos los aspectos de la vida humana y de poseer un carácter religioso. Roma se creía “eterna” y la paz reinante, era “la Pax Romana”, la paz que las armas romanas habían impuesto. Para los romanos, sus intereses encarnaban el proyecto de los dioses. Los ciudadanos y líderes del Imperio, estaban persuadidos de que Roma, su dominio, su cultura y su orden eran lo mejor que le había pasado a la humanidad hasta ese momento.

El César, la máxima autoridad romana, fue exaltado y pasó a ser representante de la divinidad. Entre los muchos títulos de los emperadores romanos, vale la pena destacar cuatro: Augusto, es decir, el emperador era sagrado y venerable; Emperador, equivalía a comandante en jefe de todos los ejércitos; César, familiar de Julio César, gran general romano asesinado en el 44 antes de Cristo y finalmente, se le llamaba Salvador, aquél que traía una salida y respuesta a los males de la humanidad. Cuando los ángeles en Lucas (2, 11) anuncian a los pastores el nacimiento de Jesús llamándole: Señor, Mesías y Salvador, están contraponiendo el liderazgo de Jesús, ¡al del Emperador! La Navidad en todos los evangelistas que la narran tiene un contenido altamente político.

Dentro del imperio romano surgió un culto imperial en el cual debía participar todo ciudadano. Este culto imperial formará parte de la religión oficial del Estado. En el Imperio, la religión dominaba la vida privada y pública. Las gentes vivían al ritmo de las fiestas religiosas, en un mundo lleno de fuerzas divinas y demoniacas. El Estado cuidaba celosamente de los templos, los sacerdotes y los cultos. La religión era un asunto de Estado, pues de ella dependía el bienestar público “la salus publica”. Los intereses del Estado y el culto a los dioses iban de la mano. A medida que el Imperio romano entre en crisis, crecerá la exigencia de que todos los habitantes del Imperio participen en el culto, garantía del bienestar romano. Esto tendrá consecuencias nefastas para los cristianos.

La religión estatal romana respondía a los intereses públicos, pero no a las necesidades religiosas y existenciales del individuo, que fueron respondidas por las llamadas religiones mistéricas, y más tarde, el cristianismo. Cuando la gente no encuentra respuesta a sus preguntas en una determinada religión, no cambia de preguntas, ¡cambia de religión!

En las religiones mistéricas, el individuo lograba acceso al más allá divino. Mediante unos ritos, vivía su divinización y alcanzaba la certeza de su salvación personal. Estas religiones compitieron con la religión estatal.

Aunque algunos cristianos criticaron estas religiones como “campo de acción de los demonios” existían ciertas afinidades y semejanzas innegables. Vamos a señalar algunas semejanzas: los misterios y el cristianismo poseían una estructura comunitaria, prometían la salvación al individuo, promovían una experiencia de liberación y la celebraban en su culto. Al igual que ellos, los cristianos designaron como “mysterium” (misterio) la celebración cultural y salvífica en su conjunto. Los cristianos tenían una concepción realista del culto, es decir, los sacramentos cristianos, hasta el día de hoy significan lo que realizan y realizan lo que significan. Las religiones de los misterios y el cristianismo practicaban la disciplina del arcano, es decir, lo secreto, lo reservado. Se sabe que los catecúmenos no asistían a toda la ceremonia eucarística que se reservaba solamente a los bautizados. Los catecúmenos eran los que se preparaban a recibir el bautismo y aún no lo habían recibido.

El cristianismo recibió el impacto de todas estas religiones que gozaron de mucha popularidad en el siglo I, pero la única que sobrevivió la antigüedad, ¡fue el cristianismo!

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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