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EL CORRER DE LOS DÍAS

La repatriación de la memoria

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

Para Jimmy Sierra, sembrador de historias de la dominicanidad absoluta.

En un poema proto-surrealista, mitad formal, casi encontrado la orilla del mar, el poeta Rafael Alberti, marinero en tierra, esgrimía la lengua española usando de los “descaminos” de un universo lirico que para esa época era casi parabólico, , cuando afirmaba que la paloma creyendo ir al norte iba al sur, y que el trigal era el agua, y al creer que la mar era el cielo, y la noche la mañana confundiendo su blanco, se estrellaba en su caída, y por lo tanto: “se equivocaba”. Pero aún más, el poeta iba también a crear una especie de matemática aleve, biología nueva, cuando influenciado (al revés) por René Descartes y quizás pensando en él, copiaba también de revés aquel axioma transitorio que Descartes creyó tan “cartesiano” diciéndose y propalando el “yo piensoÖluego existo” siendo la realidad que para pensar era primero el vivir. Primun vivere, deinda philosfare.

Si para el Descartes de aquel momento el pensar habría de ser la explicación del existir, su axioma “pienso luego existo”, para Alberti, creador de parábolas y alegorías, en la primera forma y el primer pensamiento del hombre pudo estar el vuelo de las mariposas. (“Yo pienso luego existo en mariposas”).

Podría suponerse entonces que el pensar era para Alberti, crear seres ligeros, alados, tan ligados a duendes y hadas tanto por su peso como por su coloratura, y que eran la transformación de ideas capaces de escaparse convertidas en visiones, yo diría en duenderías, por los rubros de la creación que los dioses colocan, con visos de irrealismo en la mente lírica del aeda. Y es que hay días en los que el pensamiento se lanza por cuenta propia reconstruyendo su imaginación e inventando el pasado cuando el mismo está ya a la vuelta de la esquina.

Para Francisco Villaespesa las mariposas son una imagen de la muerte y de la felicidad a la vez, para Porfirio Barba Jacob todo depende del estado de ánimo reconstructor o destructor: Hay días en que somosÖ de muchos modos como lo apuntara en su Canción de la Vida Profunda. Durante ese vuelo el pasado es un himenóptero, tal vez un coleóptero o un díptero, a lo mejor un ortóptero que, obligadamente, se convertirá en mariposa. No importa tanto el capullo y la seda.

No importan ni género ni especie si el gusano termina, alado, siendo la encarnación de vuelo. Entonces, gramática inconsulta en ristre el escritor lo asume en una cierta literatura convencido de que el tema puede salvar su imagen.

Rechaza ser detenido por las tendencias literarias acurrucadas en el corazón, y a veces cuando desea cortar su estampida hecha de vuelo de las mariposas, se han diluido los capullos como si el tiempo antes tan estacionario al formar los mismos los despertara y estos se impulsaran ya con su propio proyecto de un día convertirse en hilo ovillado sobre la hoja de la morera, ya empezando por tejer sus propios futuros, elaborando a la vez las alas, y asumir las características de lo que crece y crece hasta convertirse en continuidad sedosa, mariposa que emerge lentamente para llegar, insólita, hasta las profundidades del alma humana, donde navegan las identidades forzosas, las tarántulas soñolientas, chicharras olvidadas y gemelas de los grillos y de los sueños perdidos, lugar donde se esconden los satélites del alma nunca revelados.

Por eso, lo mismo que Alberti pensamos “en una existencia de mariposas” y en también en las voces que se quedan dentro del cascarón esperando que alguna palabra rompa el de algún óvulo matriz que tardíamente, tal vez treinta, “cuarenta infinitos después”, nos muestre sus alas usando el cortante filo que la naturaleza le ha prodigado para que pueda resurgir a la luz antes de que la eternidad concluya.

Cuando hablo de mariposas imaginarias, como las de Alberti, debo pensar en colores andariegos, y quien mejor hablaría de ellos que un poeta.

Me asaltan de improviso los versos de Rafael Américo Henríquez con la ternura estética como bandera: “el verdín sonoro de la primavera”, o “el rosa andariego que viaja en los vientos” ¿Qué viaja o que vaga?, cito de memoria.

El que viaja sabe hacia dónde va, el que vaga es parte de la memoria errante, de la erratidad, una memoria que se transforma ella misma, se auto produce y que antes de que devenga en escollo, la dejamos hacer.

Su errancia le permite y nos permite la defensa, y la transformación sin límites. La memoria es así, y puedo mezclar en épocas diferentes a poetas diferentes, por ello consigo religar a Jimmy Sierra (con sus vivencias personales convertidas en historia) con todos los anónimos incansables de los barrios del mundo. Como si Jimmy, visionario y profeta, aeda de tiempos difíciles, fuera una reencarnación tardía o separada de Jaime Lucero, el del libro Anónimos Contra el Jefe, donde los más desgraciados van alcanzando la felicidad y la gloria en textos para recordar y en ellos tienen por el momento su Paraíso particular preludio de una biografía desconocida.

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