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La anarquía de Maduro

Titulo Principal Todavía no sabemos hasta dónde llegará la incivilizada actuación de este mandatario venezolano que se ha ensañado con la democracia de su país. Aquella Venezuela que ha luchado tanto por su libertad y su democracia, ejemplo de la emancipación latinoamericana por ser allí cuna de la mente americana y universal del Libertador.

Profunda inquietud han venido generando las decisiones políticas y económicas que este régimen ha tomado recortando arbitrariamente el ejercicio de los derechos fundamentales y/o constitucionales de una oposición política que le ha arrancado con la fuerza del voto, espacios de poder muy importante, pero que el gobernante se resiste a admitir. La camarilla del Gobierno se distingue por la centralización del poder, y lo vemos con el Presupuesto que ha sido sometido a la aprobación ilegal de la Suprema Corte de Justicia y no del Congreso. Hay una concepción autoritaria procedente del populismo montado por el mítico coronel desaparecido, con un Presidente ciegamente obsedido por el mando y unas fuerzas armadas sometidas y supeditadas por vía del chantaje al poder civil.

Así han venido construyendo una dictadura que hay que representarla como la anarquía de Maduro. Él ordena no cumplir un mandato constitucional como es el Plebiscito Revocatorio, perdiendo todo el respeto como autoridad democrática. Ya no ofrece ninguna garantía para que se le respete e, incluso, para que se llegue hasta el magnicidio, sencillamente porque ha venido provocando una situación política donde no hay método ilegal de lucha para terminar con un poder sinuoso y travieso. Las Fuerzas Armadas Bolivarianas han venido colocándose en un lugar de traición al Estado de Derecho, porque acatan decisiones subversivas contra la Constitución. Ni siquiera los compañeros de aventura política dentro del contexto del pretenso socialismo siglo XXI, le apoyan. Agréguese a esto una verdadera devastación económica de un país que tuvo momentos estelares de acogida a masas de inmigrantes fascinados por el modelo de vida de los venezolanos. Pero es una ola inmoral de zapa y minado de las bases democráticas que vienen cavando su propia tumba; están sentados en un barril de pólvora y solo falta una chispa para que explote.

La ceguera del que gobierna no le permite advertir los signos premonitores, por el contrario, siguen utilizando métodos violentos contra opositores y, peor aún, negando la posibilidad de legitimarse. Sólo dejan la defraudación a una comunidad internacional que ha venido martilleando con sus denuncias los excesos de un régimen que maneja con manos torpes e inmaduras los instrumentos del poder.

Venezuela no luce tranquila. Sus empresarios sometidos al terror, la ciudadanía asfixiada por la escasez de bienes y servicios, la ley conculcada y una Justicia que carece de independencia. Además, la delincuencia toma auge inimaginable y la familia venezolana no vive segura ni protegida. Definitivamente el presidente Maduro está descalificado para la vida pública, y mucho más, para dirigir a Venezuela. Él ha pretendido mantener un duelo maniqueo entre el bien y el mal, desde luego todo aquel que no comulgue con el régimen es un ser despreciable y debe ser amordazado. Cuando un jefe de Estado piensa así está irremediablemente condenado a morir o caer del poder.

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