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La respuesta

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

No imaginamos al embajador dominicano en Washington (antes Aníbal de Castro y ahora José Tomás Pérez, ni a cualquier otro que, por inexperiencia o por osado, le devolviera al gran imperio algunas de las que nos han hecho o nos han “tirado” a lo largo del tiempo) expresar abiertamente que la tierra de Obama, de Hillary y de Brewster, “es el principal mercado de consumo de drogas del mundo”. Para nada, se le ocurre a un hijo de esta tierra de Duarte que podrá escuchar a un representante nuestro en aquellos predios ajenos decir -o acusar abiertamente y sin el más mínimo miramiento diplomático- que allí “hay una gran corrupción, que podría llevar a frenar la inversión extranjera”.

Jamás vamos a ver -por delicadeza política y la prudencia diplomática con las que nuestros embajadores se manejan, pero no recibimos trato igualitario- a un José Tomás o a quien represente al gobierno dominicano, acusar a Estados Unidos de “violar los derechos humanos“ o , peor aun, que quiera trazarle pautas e imponerle reglas de juego en materia migratoria, que es algo privativo o materia de soberanía de cada país. Pero tampoco vamos a ver a un embajador nuestro en el norte, de la mano, en “compinche” o en desfiles con grupos que promuevan, estimulen y defiendan a capa y espada valores, costumbres, modeles o prácticas contrarios a los habituales o aceptados mayoritariamente por esa sociedad. Si a un representante nuestro en Estados Unidos se le hubiera ocurrido lo que a James Brewster aquí, en lo personal como en lo diplomático en un Estado soberano, de seguro que lo hubieran puesto de patitas para acá, quizá antes de acusarle de interferir en los asuntos internos y de declararle persona no grata. Como al embajador Brewster se le pasó por alto lo de la visa del titular de la JCE, y otras cosas en materia migratoria y de soberanía, se ha pasado de la línea y ha llegado más allá de donde han ido otros representantes, a los que, por ejemplo, el finado canciller Carlos Morales debió “pararles el coche”.Y es lo que procede en cualquier país que se respete, y que respete a los que lucharon por su libertad, para que no desborden. Hay cosas -como la dignidad- que obligan, cuando, quizá el menos indicado, te da en la cara y te quiere trazar pautas. Por lo anterior, y por más, fue buena y oportuna la respuesta del presidente Danilo Medina (tiene más fuerza, pero pudo ser el Canciller) al embajador de EEUU, en el sentido de que si nuestro país “es un puente de drogas”, el suyo “es una avenida de diez carriles para su destino”. Cierto. ¿Y qué hacen allá para evitar que entre y la consuman?

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