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Valle Nuevo: reto más que advertencia

En los últimos 20 años los gobiernos del país han descuidado la salud ambiental de la República. Ahora aparecen signos de voluntad cuando la esperada y prevenida gravedad en el manejo de los recursos naturales (hídricos, forestales, faunísticos, suelos, etc.) se hacen visibles y casi incorregibles.

El reto va más allá de la advertencia, y más cuando el propio ministro de Medio Ambiente ha demostrado fuerza suficiente para superar solo techos personales y no institucionales. Realmente “control y defensa” de patrimonio ambiental deben ser dos cara de una misma moneda. El Ministro se muestra exultante al iniciar la curación de la importante zona de Valle Nuevo; pero también ríos, montañas, especies latifoliadas y coníferas; la fauna autóctona, siguen una camino de extinción. Cada año venimos observando altas temperaturas, sequia, irregularidades de la lluvia, fenómeno meteorológicos fuera del calendario, hechos estos que van confirmando las consecuencias del manejo irresponsable del medio ambiente. Los incendios forestales, la calidad del aire que respiramos; la mala potabilidad del agua, la basura; plagas y enfermedades hacen de los aspectos ambientales y de su sostenibilidad y amistad una decisión impostergable. Incluso el uso irracional del agua y del suelo, y las malas prácticas productivas nos llevan por un sendero de desertificación. La lucha contra los daños a los recursos naturales es materia reprobada en esta nación y la mejor prueba es que solo actuamos por impulsos mediáticos como sucede con la quema de carbón, poniendo en riesgo nuestras reservas protegidas, convirtiéndose todo esto en un ecocidio y, peor aún: tolerado. Seguimos con poca intransigencia para con ese problema. Las ofertas de restaurar la masa boscosa se queda en un marco prometedor, mientras el compromiso con la defensa y promoción todavía no acaba de ser una verdadera iniciativa. Sólo el extinto presidente Balaguer reflexionó sobre las profundas dificultades que le traerían al país no ponerle freno a la depredación. Es fácil recordar la trayectoria del expresidente y su relevancia, tanto por posición intransigente con la actitud deforestadora, como por el empeño conservacionista de los mayores volúmenes de agua retenidos en las represas construidas en las principales gargantas de nuestro sistema orográfico. Hay que trazar políticas dirigidas por un objetivo común que es recuperar esa cuasi vocación natal que hemos tenido los dominicanos con el medio rural, que pueden inducir fácilmente al cambio de cultura con respecto a cuidar nuestro entorno natural. Ojalá estas nuevas restricciones ambientales no caigan en restricciones mercadotécnicas, y de verdad formen parte de un amplio catálogo de medidas enfocadas a proteges los recursos naturales tan vilmente agredidos. Acostumbrados como hemos estado a “decisiones esprés”, a juzgar por las políticas adoptadas y por el incesante debate, enconado muchas veces, como Loma Miranda, en muchas ocasiones más político que técnico, nadie ignora que todo queda en iniciativas fugases pretendiendo esconder o tergiversar su compromiso con un conflicto de dimensiones incalculables. Otras veces la dejación misma de responsabilidades institucionales en manos de ong’s, crean muchas veces, o la mayoría de las veces, conflictos de orden técnicos, políticos y de gestión ambiental que tenemos que evitar.

Que no se pierda la oportunidad de alcanzar un consenso que se traduzca en un modelo operativo estable y creíble, que no cambie con el color de cada gobierno.

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