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Absurda resolución de la Unesco desconoce vínculos de judíos

La Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO) acaba de aprobar una insólita resolución que desconoce los vínculos del pueblo judío con la explanada de las Mezquitas, en el Monte Moría de Jerusalén. La resolución, a solicitud del gobierno palestino, ha originado en las comunidades hebreas una ola de repudio a nivel mundial.

En la explanada están ubicadas las mezquitas de Omar, o Domo de la Roca, y la de El Aska, construida originalmente por Justiniano en el año 536 D.C, como un templo católico en honor a Santa María. La edificación fue convertida más de un siglo después en mezquita tras la llegada de los árabes, seis siglos después de la destrucción del Segundo Templo, que dio lugar a la dispersión del pueblo judío. El Muro Occidental, o Muro de las Lamentaciones, que sobrevivió a la destrucción, es su lugar sagrado, donde a diario judíos de luengas barbas lloran allí su desconsuelo, dejando en sus pequeños orificios dañados por el tiempo peticiones al Altísimo.

Fue en el Monte Moría donde el patriarca Abraham estuvo a punto de sacrificar a su prole para glorificar a Jehová cuando éste le dijo: “Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas y vete a tierra de Moría, y ofrécelo allí en holocaustoÖ”(Génesis 22,2)

La resolución de la UNESCO desconoce esa realidad histórica y el hecho de que la presencia islámica en el Monte Moría fue muy posterior a la de los judíos, que ya estaban allí muchos siglos antes del advenimiento del cristianismo.

A través de los siglos, Jerusalén, que significa Ciudad de Paz, algo que paradójicamente no ha conocido ha sido centro de disputas y objetivo de conquistadores. Cristianos, musulmanes y judíos reclaman hegemonía sobre ella, pero sólo éstos últimos han estado emocional y espiritualmente ligados a Jerusalén con el paso del tiempo.

Su control ha pasado de una religión a otra y ha sido destruida y bloqueada más de 20 veces en los últimos 3,000 años. La zona de Jerusalén fue prometida a dos tribus de Israel, cuando ese lugar fue repartido en los albores de la historia. En el año 1000, antes de la era actual, el rey David conquistó la ciudad y estableció en ella su capital. Su hijo, el rey Salomón, construyó el templo transformando la ciudad en el centro espiritual y religioso de las tribus que componían entonces el pueblo de Israel.

Las huestes de Nabucodonosor, rey de Babilonia, la destruyeron pero los judíos regresaron de su exilio en el 455 A.C. Estuvo más tarde en poder de los macabeos y Herodes el Grande hizo de ella una ciudad gigantesca mucho después.

Los árabes no llegaron a Jerusalén hasta el 636 D.C. y en ella dominaron los Califas durante 500 años. En este período fue llamada Al Makdas el Venerable Santuario, debido a su santidad.

Los cruzados desalojaron a los Califas en el 1099 y entonces fue designada capital de la Palestina, pero ya los árabes habían dejado su huella construyendo allí muchas mezquitas y otros santuarios del Islam. Los musulmanes habían sacado a los romanos, que habían transformado a Jerusalén en una ciudad pagana que llamaba Aelia Capitolina y al cabo de un siglo los sarracenos se adueñaron de la ciudad permaneciendo en ella durante 300 años. Los turcos hicieron también de Jerusalén un objetivo de su imperio entonces en crecimiento y en 1517 el sultán Sulimán la conquistó, construyendo elevadas murallas que aún se conservan, para protegerla de agresiones extranjeras.

Durante siglos, Jerusalén creció, languideció y volvió a resurgir de sus cenizas dentro de los estrechos espacios físicos que le imponían las murallas levantadas por uno y otro conquistador, y no fue hasta mediados del siglo XIX cuando se construyó el primer barrio fuera de la ciudad amurallada, con lo cual nació lo que hoy se conoce como Nueva Jerusalén y en la que, a raíz de la división surgida como consecuencia de la guerra de independencia de 1948, los israelíes establecieron su gobierno.

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