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ORLANDO DICE...

Camisa de once varas

ENTRE ELLOS.- Llevo dicho que la sociedad civil o el alto empresariado están metiéndose en camisa de once varas cuando solo necesitan cinco o seis yardas de tela para hacerse ropa holgada y cómoda. El problema es que el sastre es político y la obliga a buscar más tela para quedársela. Las diferencias no se ven, los forcejeos tampoco, pero no se crea que los políticos y los empresarios van de la mano como enamorados en los parques. Los empresarios, incluso, empiezan a darse cuenta de que los compañeros de ruta no se contienen y asaltan los escenarios, y lo hacen de manera inteligente: se adelantan en las iniciativas y las proclamaciones. Hay un tigueraje que los toma fuera de base y en ocasiones los desborda. Creyeron que eran peces de mar que se pescan con redes y resultan pejes de ríos que se agarran uno a uno, con cordel y gusanos de tierra. Y la cuestión es clara. Los políticos quieren que los empresarios hagan la faena con el presidente, y los empresarios quieren que se entreguen, que se sometan, para tener con qué ir al Palacio Nacional. Si van con las manos vacías, con las manos vacías saldrán…

ESTRATÉGICOS, TÁCTICOS.- Entre las diferencias que se dan entre los empresarios y los políticos, es que los primeros son estratégicos y los segundos tácticos. Los segundos van a lo inmediato y los primeros calculan a largo plazo. Por ejemplo, los empresarios saben que la gobernabilidad del actual mandato no tiene problema, y los políticos lo confirman en entrevista a Diario Libre. No tienen en mente salir a las calles a protestar. Los hombres de empresa están pensando en lo que pueda pasar después del 2020, cuando el desgaste de todos los sectores se haga ostensible. Esa es su preocupación y la predican, pero les pasa lo mismo al Ché en Bolivia. Los indios no entendían de nada. Quieren convencer a los políticos del buen negocio que sería ocuparse de la institucionalidad desde ahora, y como decía José Francisco Peña Gómez, viendo más allá de la curva. Pero nada de nada. Los políticos no gustan de la institucionalidad como un pastel entero que alcanza para todos, sino por pedazos, y que la tajada de uno sea mayor que la del otro…

INSTITUCIONALISTA.- Hubo uno de estos promotores de la convivencia al que se le quebró la argumentación y habló como chusco: “¡Suponte, al institucionalista Genao!” . Y Ramón Rogelio Genao era el secreto mejor guardado de los reformistas. Ahora se revela como una sensación, y con una pinta de sociólogo político que hasta barbita de teórico tiene. Y la desproporción es como el golpe que avisa. Así se produce un resultado que no es justo, ni compensa. Por ejemplo, por cada declaración de prensa de Rafael Blanco, o en su defecto Rafael Paz, ambos del Conep, Genao habla de tres o cuatro veces. Genao aparenta el ideólogo, los empresarios la comparsa. Y no lo digo yo, lo dicen los organizados que se resisten al fenómeno. Lo peor de todo es que no se pueden dosificar las intervenciones, pues los políticos viven del figureo y los liderazgos necesitan relación con la calle. El favor de la opinión pública primero que todo. En principio parece coincidencia, pero al final expresa competencia. El político supera la naturaleza. Puede bañarse en un río con la misma agua más de una vez, y Heráclito ni se entera…

LO DE CADA CUAL.- Las preocupaciones íntimas de los empresarios no las conocen los políticos, pues ellos no se las revelan, y porque crearían fricciones. Los empresarios, sin embargo, tienen a manos la agenda de cada partido, y saben los retos que tienen en lo inmediato, o en los próximos cuatro años. Por ejemplo, se preguntan: ¿Hasta cuándo el comité político del PLD tendrá la actual preeminencia o podrá controlar las apetencias de sus líderes? Leonel Fernández dijo en Nueva York que con la aplicación de las resoluciones del VIII Congreso habrá un partido nuevo. Pero eso no se lo cree él, y tampoco los demás peledeístas. Igual, ¿qué pasará en el PRM el año que viene cuando renueve su dirección, el dominio estará en manos de Luis Abinader o de Hipólito Mejía? Los reformistas se entretienen por fuera, pero en algún momento deberán mirar hacia adentro, y cuando lo hagan se darán cuenta de que no solo Quique Antún, que también Ito Bisonó y Josecito Hazim. Entonces, o cuando sea, solo la institucionalidad podrá salvar del ocasional infierno…

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