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Tiempo para el alma

“Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos.

Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles.

Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos”. Heb. 2: 14-16.

Tremendamente clara esta explicación que se hace en la Epístola a los Hebreos respecto de la encarnación y la humanidad de Jesús, el Hijo de Dios y Dios mismo. La expresión de empatía de Dios: para “entendernos” tenemos que hablar el mismo idioma. De hecho, es más fácil entender el mensaje de Dios a partir de Jesús; el Antiguo Testamento nos resulta lejano e incomprensible en vastos aspectos referidos al contexto de los personajes y acontecimientos.

En cambio Jesús, aún hoy en día, en el siglo XXI, nos parece cercano y nos alecciona cada día, nos habla como si estuviera a nuestro lado, es nuestra referencia natural de la fe, el amor y la misericordia de Dios.

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