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Valorar los valores

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

“Deja de hablar de metafísica”.

La recomendación, me la espeta un compañero, interrumpiendo mi alegato sobre la pertinencia de incluir los VALORES, sobre todo ÉTICOS, en el Programa de Formación de Militantes del PRM.

La advertencia no cambió mi criterio pero me movió a reflexionar. Quien me lo hizo desconoce, o confunde, qué son los valores.

Trascendiendo de su primigenio universo, la filosofía, los VALORES se consideran motores de la conducta humana y ciudadana. Por tanto, se inserta en la Sociología, la Psicología y la Ciencia Política.

En este país, muchos políticos se confunden. Los VALORES, algunos los traducen como precio. Es por tanto imprescindible que hablemos de ellos para mejorar conductas, públicas y privadas, con el fin de que la ciudadanía y la política se ejerzan conociendo y asumiendo valores, como la solidaridad y la honestidad, por ejemplo.

Una respetable, respetada cohorte a la que pertenezco, los “teóricos” del PRM, Hugo Tolentino, Milagros Ortiz, Tirso Mejía, Tony Raful, entre otros, apuestan también por un espacio político con VALORES, que recupere la moral social hostosiana.

Soy además de Secretaria Nacional de Educación y Doctrina del PRM, Directora Académica del Instituto José Francisco Peña Gómez. Ahí he podido otorgar un voto de confianza a nuevas generaciones. Jóvenes de diferentes filiaciones partidarias que estudian allá, se entusiasman, abren sus mentes y sus emociones cuando se les introduce en una nueva visión, limpia, noble, muy concreta y nada metafísica. Descubren la pobreza, desigualdad, injusticia, y aprenden, a la par, de que se necesitan conocer y asumir los VALORES, para combatirlas.

¿Cómo definimos los valores, por qué los desdeñan los ignaros y los temen los perversos?

Si me remonto a los diccionarios y tratados de filosofía, le daría razones a quien me acusa de meter de contrabando en la educación política, la metafísica. En todo caso, se equivocarían: los textos filosóficos abarcan el materialismo con sus variantes históricas, y no solo el idealismo.

Pero al reiterar que el concepto VALOR pertenece a las distintas esferas de acción humana, lo defino no académicamente más cercano a quienes no han abrevado en las fuentes de Platón, Sócrates, o más recientes, Savater y Adela Cortina.

Aterrizándoles, los valores son ideas piloto que guían nuestras conductas hacia la aceptación de MODELOS que nos resultan dignos de admirarse y de imitarse.

No son universales ni eternos, a excepción de los que pertenecen al ámbito religioso, y solo para los que profesan algún credo. Y aun esos, como producto humano tienen ese carácter histórico que los matiza de acuerdo a las épocas. Algunos de los valores religiosos son tan entrañablemente humanos que se han perpetuado como modelos laicos, aunque se fundamentan en un texto religioso, el Nuevo Testamento, con el mensaje de Jesús: “amaos los unos a los otros”. Lo cual es todavía tan difícil de entender.

Algunos pensadores sostienen que los demás valores, terrenales, se originan en ese germen bueno que atribuye Rousseau a la naturaleza humana, y a la que una sociedad perversa maleó.

No todos concuerdan con Rousseau en esa bondad “genética” de los humanos. De ahí que los valores no vendrían entonces empaquetados de fábrica; hay que sembrarlos en cada generación, cotejando modelos pasados con necesidades presentes y aspiraciones futuras.

Compartiendo o no estas teorías, quienes nos aproximamos a los valores a través de lecturas o experiencias, necesitamos que existan, porque condicionan la vida de hombres y mujeres. Eclosionan como modelo virtuoso para guiar epopeyas sociales; escasean o son inexistentes en las tiranías, en los espacios donde se explota, se humilla o se oprime.

Nuevos, para muchos, conocidos por quienes nos acercamos a ellos en nuestras lecturas o nuestras experiencias, los VALORES hay que aprenderlos y enseñarlos como asignatura introductoria en la política y en la vida.

Tuve la suerte de que pese a Trujillo, recibí en los libros de mi casa abono para valorar los valores. Insisto en multiplicar esos saberes que me guían: en lo político a través del Programa de Formación de Militantes; en lo ciudadano, en el Instituto de Formación Política, donde se estudian las ideologías que tienen como núcleo los VALORES.

La sociedad y las instituciones carentes de una vertebración en valores caen en la fosa del neoliberalismo, ideología glotona que traga a las demás para constituirse en única, por cierto, sin VALORES.

República Dominicana navega hacia ese precipicio; solo un partido y una ciudadanía con una firme brújula axiológica cambiarían ese rumbo.

Valorar los valores. ¿Metafísica? Realismo del bueno.

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