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PUNTO DE MIRA

Adiós a Hatuey

Hatuey Decamps abandona esta vida como cometa que deja detrás una estela política henchida de acontecimientos. La suya fue una vida muy activa. Desde joven se destacó y la primacía fue su carrera profesional.

Eso lo sabemos todos, pero su dimensión nacional oculta los múltiples secretos que lleva a la tumba.

Hatuey vivió el período más accidentado de nuestra vida ciudadana tras la muerte de Trujillo. La época dura de los gobiernos de Joaquín Balaguer, el ascenso del PRD al poder con Antonio Guzmán (espacio en el que comenzó a descollar su destreza en la polémica y debate), su presencia como figura principal en el gobierno de Salvador Jorge Blanco y los años de avatares en la oposición.

En la política se le tenía por un hábil negociador y tejedor de ardides. Conocía el PRD como la palma de su mano; sabía la popularidad dirigente que tenía en sus regiones. Podía navegar por los intersticios de esa entidad sin tropezones. La firmeza de las convicciones lo llevó a confrontaciones de todo tipo. Con Vincho Castillo en la campaña de Antonio Guzmán; con los mismos guzmanistas defendiendo a Jorge Blanco y hasta con José Francisco Peña Gómez, su íntimo amigo. Oponerse a la reelección de Hipólito Mejía lo sacó del PRD.

Me tocó vivir un episodio muy delicado de la política durante el gobierno de Jorge Blanco. Yo era colaborador del expresidente Jacobo Majluta, presidente del Senado y candidato presidencial de mucho arraigo. Las disputas internas entre los perredeístas estaban en hervor. Salvador, Peña y Hatuey habían tramado y ejecutado una operación para sacar a Majluta de juego: amputar su presidencia del PRD y golpe de Estado legal en la Cámara Alta.

En ese tenso momento, una noche el presidente Jorge Blanco llamó a mi casa y se identificó como tal, lo que no fue aceptado por mi hija Ylya Carolina, quien le dijo que el Presidente era Majluta. No se enojó, me dejó recado para que lo llamara. Tenía interés en conversar conmigo en el Palacio Nacional.

Ni llamé ni fui. Hablé con Majluta y me sugirió que fuera a la entrevista al otro día. Allí Hatuey me pidió silencio sobre lo tratado. Eran compromisos para poner fin a la crisis.

Traté en estos días que Hatuey liberara mi palabra empeñada. No pudimos hablar. A la tumba se lleva muchos secretos de Estado.

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