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VIVENCIAS

¿Preguntas imprudentes?

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Juan Francisco Puello HerreraSanto Domingo

La falta de prudencia es un estigma que persigue a casi todas las personas, teniendo consecuencias a todos los niveles tanto personal como colectivo. Pero esta incómoda situación por la que pasa el afectado debido a la imprudencia, es toda una experiencia que tiene que sortear dependiendo de cuanto le afecte y de su certidumbre.

Como en aquella ocasión, que se dieron cita varios ejecutivos de una empresa en uno de los más concurridos restaurantes de la ciudad, y el presidente de su consejo de administración que compartía con otros ejecutivos le preguntó a uno de los ejecutivos, sobre que de cierto había en el comentario que circulaba en la empresa de su tendencia homosexual. Parecería a “distancia” que el sorprendido ejecutivo tenía dificultades para entenderse a sí mismo, tratando de llevar una “vida normal”, cuando en realidad no tenía paz interior por la incoherencia que marcaba su existencia.

Cuenta uno de los presentes, que la cara que puso el interrogado fue de antología o de espanto y brinco como expresaba un reconocido cronista deportivo. No pronunció palabra alguna, sólo el silencio acompañó esta sorpresiva e inesperada pregunta tratándose de quien provenía. Lo extraño en este comportamiento de silente aceptación a lo planteado, fue la permanencia en el lugar del interpelado, no se sabe si por sumisión o falta de personalidad.

Lo cierto es que a veces las preguntas imprudentes descubren verdades escondidas, que resultan ser escandalosas revelaciones, no por la condición de la preferencia sexual de un individuo, sino por tener una doble vida apañada con un sesgo de perversidad y depravación. Con razón se dice que tiene poca credibilidad, la persona que sustenta sus creencias en una falsa apariencia, y que quien las crea se hace esclavo de ella.

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