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FUERA DE CÁMARA

¡El Danilo del 16!

Hay un aspecto en el discurso del presidente Medina que muy pocos han reconocido --claro, para la beligerancia opositora lo único resaltante es lo que no dijo--, y que más allá de su contenido demostró sus avances personales en el manejo escénico y hasta en el perfeccionamiento de su dicción de marcado acento sureño.

Hay un viejo dicho que creo dejó sembrado en la intelectualidad dominicana don Francisco Prats Ramírez --el padre de Ivelisse--: “Al escribir, flema; al hablar, flama”, los dos elementos que configuran a los grandes pensadores y tribunos políticos en la historia de la humanidad.

Por supuesto, don Panchito Prats está entre los mejores oradores dominicanos, donde también hay que situar a Peña Gómez y, obviamente, a Joaquín Balaguer. Los tres sobresalieron en la tribuna por su gran capacidad para avivar las masas resumiendo contenido y emotividad en las palabras, en las inflexiones y en el lenguaje corporal.

Leonel Fernández, que también sobresale en los escenarios públicos, proyecta una versión moderna y académica del orador político... Convence por los juicios atildados con la autoridad del maestro de escuela --como Bosch--, pero sus inflexiones lineales no levantan a nadie del asiento.

Danilo Medina mostró otra imagen el mediodía del martes 16 en el Congreso Nacional... Leyó un discurso impecable, bien documentado, secuenciado, con inflexiones oportunas, emotivo y perfectamente acabado...

... Del cielo a la tierra

Al margen de su contenido de fondo --que veremos más adelante--, se hizo evidente para el ojo zahorí que el discurso del presidente Medina de una hora y veinte minutos fue manejado secuencialmente por gente que sabe de eso y que la improvisación no estuvo presente.

Más aún, que Danilo se familiarizó con su terminología, que no sólo lo leyó bien en el auditorio --¡Fabra, la hoja! ¿recuerdan?--, sino que sabía lo que estaba diciendo palabra por palabra como si lo hubiese ensayado por mucho tiempo.

Quizás lo más importante: no tuvo machacones en su lectura, adecuó cada término a su vocabulario, pausó oportunamente para dar espacio a los aplausos de la sala y tuvo control de sus emociones todo el tiempo para garantizar dominio escénico, elementos básicos para dar un buen discurso.

Del Danilo Medina aquel 16 de agosto de 2012 al que vimos el pasado martes en el mismo escenario, hay una distancia del cielo a la tierra. El que quiera comprobarlo sólo tiene que irse a la Internet, donde están los dos discursos...

Y ahora... el contenido

“No llenó las expectativas”, gritó un sabihondo del “liderazgo” opositor... “No tocó los temas de fondo”, manipuló un “líder” de opinión... “Fue más de lo mismo”, masculló un sabueso del viejo balaguerismo sin bandera.

¿Cuáles expectativas no llenó el discurso del martes? Probablemente las suyas --que eran jurar él ese día como Presidente de la República--, y que tres meses antes había sido abatido en las urnas de forma apabullante.

¿Qué no tocó los temas que gravitan en el fondo de la sociedad dominicana?... ¿Qué quería?

... Danilo perfiló las metas de sus próximos cuatro años en las áreas fundamentales de la economía, mostró la ruta que deberán seguir sus funcionarios, dibujó un panorama alentador, positivo, optimista, de esperanzas, justo lo que debe hacer un mandatario.

¿Más de lo mismo...? ¡Najayo debería responderle a ese reformista saltarín...!

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