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Mayoría Congresual; año 10

Otra crítica preventiva contra el mayoritario poder alcanzado en las elecciones pasadas por el PLD (Ejecutivo, Congreso, Municipal) que parece más dado al arribismo consustancial que al verdadero cambio de lo estructural. Del resultado fi nal validado por la JCE se extrae que la fuerza del PLD es mayoría absoluta, pero la predicción es de poco entusiasmo.

Desde 2006 se sigue paseando y exhibiendo su fortaleza institucional, y el esfuerzo por las reformas se queda en intenciones o en manoseo de textos.

Seguimos en el “marco prometedor para acciones futuras”.

El Ejecutivo peledeísta no ha estado nunca en bajo perfi l ni sometido a permanentes tensiones que le impidieran impulsar las reformas. Pero todo indica que existe una agenda extraña que supedita las cosas. Y como nos dice el papa Francisco: “para qué quieren preservar hoy el poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario. El Código Penal, el Procesal Penal, la migración aluvional haitiana y la respuesta inmutable del Gobierno; la Ley de Porte y Tenencia de Armas; reforma fi scal, deuda externa, austeridad; ley de tránsito; ley de agua; ley territorial; reforma salarial y de pensiones, leyes ambientales, ley electoral, de partidos políticos, en fi n, un sinnúmero de decisiones aplazadas aún con una mayoría arrolladora para hacerlo. Esta actitud tan propia de gobiernos temerosos desanima al más entusiasta, y aun así recibe una alta valoración electoral que le otorga un cuarto período en forma consecutiva al PLD, que sin que nos quepa alguna duda, exacerbará otros irredentismos que perjudicarían la vida del pueblo dominicano si no arremeten.

Luego de un ambiente político tan estresante pre y post electoral, el Gobierno estará obligado a resultados satisfactorios, ¿o vendría la eterna siesta o sueño de la razón a imponernos que la oferta sin cumplimiento es lo correcto?; ¿que no bordearía al pánico por no hacerlo?; y resta credibilidad a las presunciones y presagios. Hemos visto en estas elecciones que no existe ideología, discursos, ni principios, todo quedó reducido al interés de ganar bajo el poder de la lógica reductora con el partido, congreso y oposición.

La deuda externa no es un asunto de preocupación, obramos desde las esferas ofi ciales como si supiéramos de antemano que vendría una solución imperial a su impago: el trueque de su condonación por la fusión, por la solución al problema haitiano. Al fi nal, ¿de qué vale una mayoría? No se trata solo de emociones por los triunfos, es el derecho a que se nos defi enda con lealtad a los dominicanos, que se nos resguarde el futuro liberándonos de las amenazas que nos llevan a imponernos situaciones que gravitarán para nuestra existencia como nación. Sería un trágico destino que no nos merecemos como propietarios de una herencia histórica tan comprometedora. Nuestras autoridades actúan muy complacientes y débil a las peticiones extranjeras, llegando a límites peligrosos. Y esto es extremadamente preocupante. No se dibuja el diagnóstico halagu¨eno, y más cuando desde el Gobierno y partido nadie está en capacidad de negar cómo la gente se queja por la falta de acción y de humildad, que, a pesar de su punzada de escrúpulos al oír palabras tan sentidas de eclesiásticos y otras personalidades del país, nada importa vista la validación electoral que le han brindado. Estas cosas parecen incomprensibles, tanto poder acumulado “ahíta” y lo vemos en Venezuela y Brasil en donde el liderazgo no se dio cuenta, o no quiso darse cuenta del almacén de cólera destructiva que se fue acumulando en el seno de sus pueblos. Estas pruebas de vulnerabilidad, cuando no hay un enfoque más abierto, un consenso de abajo hacia arriba que genere una impresión de gestión colectiva y de fomento de la confi anza y de la cooperación, entonces podría sorprender al peledeísmo gobernante. El Presidente ha dicho con fi rmeza que vendrán decisiones memorables en este mandato. Él parece convencerse que la mayoría no puede construirse para desoír, para no revertir las preocupaciones y las perniciosas consecuencias que se derivan de ello. El éxito no es defi nitivo.

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