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Tragedias criollas

El asombro que provocan ciertas tragedias criollas que se dan en carreteras del país, solo dura una semana. Después del impacto, de su terrible luctuosidad, pasan a ser números estadísticos que el tiempo se encarga de borrar.

Las tragedias criollas tienen casi siempre un mismo origen : conductores imprudentes, vehículos en mal estado, neumáticos inservibles, falta de regulación oficial y demás pecados que convierten nuestras carreteras en peligrosas vías donde lo que menos vale es la vida.

Todos hemos sido testigos alguna vez de la velocidad a la que transitan algunos conductores en chatarras “patánicas” conducidas por choferes “patánicos”, y de las competencias que libran las famosas “voladoras” en carreteras y hasta en avenidas de las ciudades. ¿Quién no ha visto a 5 y 6 personas (incluyendo menores) encima de un motor que alguien conduce solo con una mano? Esos hechos ya no asombran a nadie. Pocas cosas quedan por verse en el tránsito de nuestro país.

Sin embargo, todos sabemos qué tipo de requisitos se exigen para poder depurar a los vehículos y obtener la famosa “revista” que “garantiza” el derecho a transitar.

Se han desarrollado muchas campañas de orientación y prevención en procura de elevar los niveles de educación de los choferes y sensibilizarlos sobre la responsabilidad de su oficio, pero al parecer esos esfuerzos no han servido para nada.

Esa realidad nos dice es preciso elevar y radicalizar la penalidad de todos los delitos relacionados con el tránsito, como única forma de disciplinar a los conductores y obligarlos a cumplir con la ley. Mientras no existan castigos severos, tampoco existirán temores a transgredir las disposiciones en ese sentido.

Más dura una cucaracha en un gallinero que el tiempo que dura un chofer en la cárcel después de ser responsable de un accidente fatal donde mueran muchas personas. La frecuencia con que se están dando estos hechos precisa de algún esfuerzo que ayude a evitarlos. Nuestro país ocupa una posición muy alta en las mediciones que se realizan sobre muertes por accidentes de tránsito y ello también nos debe preocupar.

Ciertamente hay que educar, pero al mismo tiempo hay que endurecer el castigo como recurso disuasivo.

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