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EL ROEDOR

Necedad, odio, envidia o qué

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Aristófanes UrbáezSanto Domingo

(Los hechos: “6 millones de desempleados; 2.8 millones de niños en la pobreza; 1 millón no puede pagar la luz eléctrica en la rica Alemania”.)

1.-IGNORO cómo se llama ese pecado, pero juro que lo averiguaré, aunque le podríamos poner un nombre de momento: “Inverecunda y cínica falsía”. No votaré jamás por Leonel Fernández y Margarita Cedeño (si estoy vivo) por razones personales. Pero hay que tener buen equipo oscilante o tupé, para tú salir con eso para quienes te hicieron ministro por primera vez (que hasta tres cheques se fueron demás, luego de la renuncia); y quien te diera apoyo solidario, aunque no confianza, cuando oliste el triunfo y renunciaste: reuniones en tus oficinas para HM, el billete en movimiento, del partido a la Odebrech. ¿Será envidia o caridad? Pese a los blancos y morados son barnizadores, el bacalao es el mismo: derechista. ¿O ha defendido alguna causa de izquierda, en accionar alguno o escrito? No hay que ser un lince para saber que no; que su defensa ha sido una y tensa (desde Corde, Inazúcar, Junta Monetaria, Palacio, cuartilla, baturrillos; o la perversión del anónimo): el interés de la derecha, del Imperio y aliados. La otra mano, digo la zurda: ¡denunciarlos! Toda la vida ha sido de derecha, y a ella defiende y de eso vive. ¡Cojan todo lo que ha hecho y dicho a ver si hay defensa de algún gobierno progresista que haya hecho algo por los pobres? ¿Acaso ‘Un dominicano en Israel’? No hay nada en su currículo que huela a izquierda. Esto no es más que cara contra dos líderes políticos que los apoyaron y protegieron.

II

Ay madre, ay madre. Me lo dijiste todo, ay, madre. O quizá casi todo. Que la vida era dura, pero bella. Que no debía robar, Aunque los demás lo hicieran. Que Dios estaría conmigo Aun en Valle de la Muerte. Y ése cuídate, mi hijo, Que oigo a toda hora. Me lo dijiste todo, ay madre, O casi todo. Que hay duendes que caminan En las noches tropezándose Con los sin rumbo y que a veces Hacen daño. Que debería evitarlos. Pero no me dijiste, ay madre, Cuánto pesan los hijos. Sí, cuánto pesan los años. Perdón, ay madre, sino que lo entendí Cuando tardaba mucho y llegaba cansado. Pero luego reíamos, ay madre, Y a veces lo notaba Que te ibas bien lejos y hablabas con tu padre Con esas tías que te criaron y que Te amaron tanto. ¿En qué pensabas, madre? Con mis comiquerías quería Alegrarte y le puse a una perra “mi Emperita” y te cantábamos “¡Plátanos con pollo// plátanos con pollo// mi Emperita!”. Y a veces, buen semblante, Me decías, ¿así es que tú me quieres? Y lanzabas una trompetilla al aire. Pero no me dijiste, ay madre, Que los ‘heraldos negros’ me harían Tantas visitas Y que podría cortar a pura tijera El odio de este mundo O sentir el corazón sufrir por las ponzoñas. ¡Ay madre, ay madre! Para comunicarse con el autor @yahoo.com

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